Todos callan
Uno de los asuntos más polémicos era precisamente si el «Arosa» reunía todas las condiciones de seguridad, algo que los allegados siempre pusieron en duda. «Si tuviese que decir la verdad… No vale la pena volver al mismo tema. El barco se fue al fondo por una vía de agua y con eso ya está todo dicho. A lo mejor habría que contar muchas cosas, pero no vienen a cuento. Si no hubisen pagado quizás habría que revolver mucho. Lo que también puedo decir es que el barco estaba como algunos que aún andan por ahí», cierra Fernando Pardo.
Diez años de la tragedia del «Arosa»
Hoy se cumple una década del naufragio del arrastrero, en el que solo sobrevivió uno de sus trece tripulantes
A las 6.20 horas de un 3 de octubre como el de hoy, pero de hace diez años, el arrastrero «Arosa» lanzó una señal de socorro desde la costa irlandesa. Los tripulantes informaban que se encontraban en medio de un fuerte temporal con vientos de fuerza siete y olas de más de diez metros y que el barco tenía una vía de agua. El buque faenaba en el caladero del Gran Sol y estaba de regreso a la localidad de Galway debido precisamente a las malas condiciones meteorológicas cuando quedó encallado en unos bajos a unos 20 kilómetros de Slyne Head. A bordo iban trece hombres, diez de ellos gallegos, y sólo uno logró sobrevivir.
Se trata del joven marinense Ricardo Arias García, que en aquel entonces tenía sólo 24 años de edad. Según su relato, junto a dos de sus compañeros logró llegar hasta unas rocas y allí fueron recogidos todavía con vida por los servicios de rescate irlandeses. Los otros dos hombres no lograron sobrevivir. Uno de ellos era el patrón de costa del «Arosa», el vecino de Bueu Ramón Pardo Juncal y que tenía 30 años de edad.
Aquella tragedia se saldó con doce fallecidos y los cuerpos de varios de ellos no llegaron a aparecer. Como sucede en muchas ocasiones en las que suceden tragedias en el mar, la comarca de O Morrazo resultó duramente afectada. Además del patrón, también fallecieron Alfredo Estévez García, motorista natural de Bueu; José Ramón García Figueroa, cocinero natural de Cangas, aunque residía en Marín; Eugenio Díaz Carracelas, patrón de pesca de Marín; Julián Soto Fuentes, contramaestre de Marín; Luis Miguel Vidal Ribadulla, marinero de Pontevedra; Francisco Filgueira Fernández, de Marín; Jesús Lafuente Chazo, marinero de Pontecesures; José Antonio Ferreirós Pérez, marinero de Lousame; Sebastián Vaz de Almeida, engrasador natural de Santo Tomé y Príncipe; Albertino Herculiano Dacosta Craviz, marinero también de Santo Tomé y Príncipe; y el marinero Orlando Soares, de Ghana.
Desde el trágico naufragio han pasado ya diez años, pero el recuerdo y las ausencias siguen vivas en las familias y allegados de los marineros. Ayer la iglesia parroquial San Martiño de Bueu acogió una misa ofrecida por la familia de Ramón Pardo Juncal en su memoria y en la del resto de los tripulantes que perdieron la vida aquel 3 de octubre. Y en la entrada del puerto de Bueu se erige desde octubre de 2001 un monumento en recuerdo y homenaje a los fallecidos, que fue sufragado por los propios familiares y cuyo autor era un primo del patrón buenense.
El «Arosa» era propiedad de la empresa Mar de Udra S.L. y estaba abanderado en el Reino Unido, aunque su base se hallaba en el puerto de Marín. El buque inició la que sería su última marea a principios de septiembre de 2000 y en aquel momento ya tenía 35 años de antigüedad. Las condiciones de seguridad y de conservación del buque fueron objeto de muchas críticas por parte de los familiares de los fallecidos. El único superviviente llegó a hablar con FARO desde el hospital de Galway en el que se recuperaba de sus heridas y en aquel entonces decía que «prefiero pensarme si decir algo sobre las medidas de seguridad de ese barco, que dejaban mucho que desear».
Ricardo Arias García y Ramón Pardo Juncal fueron los últimos en abandonar el buque y el joven marinense salió incluso incluso sin chaleco. «Si no me llego a tirar, me tragaba el océano», añadía en aquel entonces. No obstante, desde la empresa armadora siempre aseguraron que el «Arosa» se encontraba «en perfectas condiciones». «En el lugar en el que se produjo el naufragio le hubiese pasado lo mismo a cualquier otro barco, ya fuese nuevo o viejo», argumentaron durante aquellos días.
El hermano del patrón
Una de las personas que conocía bien el «Arosa» es Fernando Pardo, hermano del patrón de costa fallecido. Él también anduvo en el mar, llegó a ser jefe de máquinas y estuvo embarcado en el arrastrero. «Hubo una época en la que él estaba en el puente y yo en la máquina. Nunca sabes donde está el destino», recordaba ayer Fernando. Cuando ocurrió el accidente, él ya había decidido dejar el mundo del mar y emplearse en tierra. Sin embargo, quince días antes del hundimiento recibió una llamada para embarcar de nuevo en el «Arosa», aunque rechazó la oferta. «Ya pasaron diez años y hay veces que estás varios días sin acordarte de aquello. Pero a lo mejor un día ves algo en la televisión o a una de las otras familias y te vuelve todo. Es una herida que siempre está ahí», contaba ayer a FARO.
Las primeras horas y días después del naufragio estuvieron rodeadas de mucha confusión. «Al principio escuchabas que sucedió a dos o tres millas de la costa y pensabas que habrían largado las lanchas y que se habrían salvado», cuenta Fernando Pardo. Pero la realidad fue muy distinta y la fuerza del mar ahogó las esperanzas de las familias, que aguardaban expectantes noticias. «Cuando vi el cuerpo de mi hermano esa imagen se me quedó grabada para toda la vida. Las olas eran de más de diez metros y su chaleco salvavidas estaba completamente roto, no quedaban ni los corchos. Aquello fue una salvajada y yo no sé cómo pudo aguantar el único superviviente», relata el hermano del patrón de costa.
Inicialmente fue precisamente Ricardo García Arias el encargado de identificar los cuerpos que aparecieron. Pero el Ministerio de Asuntos Exteriores tardó hasta 30 horas en confirmar a las familias la muerte de sus seres queridos. La Oficina de Información Diplomática se escudó en que no podía dar por válida la versión de «un superviviente que acaba de rozar la muerte y está en unas condiciones muy frágiles», según dijo entonces.
Los familiares también se quejaron de la falta de información por parte de la propia empresa armadora y en la mayoría de los casos optaron por desplazarse por sus propios medios a Irlanda para conocer qué es lo que había sucedido y dónde estaban los cuerpos.
«Tuvimos que ir allí nosotros mismos para empezar a mover las cosas porque aquí se nos tapaba todo», insisten. «Estuvimos con los médicos que les hicieron las autopsias. Te puedo decir que ninguno murió de hipotermia como se llegó a decir, sino que perecieron ahogados», aclara Fernando Pardo. También cree que «a lo mejor con una hora más el barco hubiese llegado a puerto».
«El accidente debió ocurrir sobre las tres de la mañana, pero el helicóptero no pudo salir hasta las seis debido al mal tiempo. La temperatura del agua era de 14 grados y se podía resistir unas 18 horas. Pero las condiciones eran muy malas y en realidad lo único que los podía salvar eran los trajes de supervivencia», explica el vecino buenense.
Esta indumentaria impide que el marinero se vaya al fondo y se ahogue, mientras que el chaleco en condiciones tan adversas como las de aquel día no resulta tan eficaz.
Al inmenso dolor por la pérdida de los seres queridos, más tarde se sumó otro en el que se entremezclaba también la rabia. «Empezaron a echar la culpa de lo sucedido a los mandos porque si se demostraba que era una negligencia suya no tenían que pagar los seguros», recuerda Fernando. Ante esta situación las familias se movieron rápidamente y lograron cobrar las indemnizaciones, en muchos casos sin tener que llegar a juicio. «Había mucha porquería y tuvieron que pagar», sentencia.
Uno de los asuntos más polémicos era precisamente si el «Arosa» reunía todas las condiciones de seguridad, algo que los allegados siempre pusieron en duda. «Si tuviese que decir la verdad… No vale la pena volver al mismo tema. El barco se fue al fondo por una vía de agua y con eso ya está todo dicho. A lo mejor habría que contar muchas cosas, pero no vienen a cuento. Si no hubisen pagado quizás habría que revolver mucho. Lo que también puedo decir es que el barco estaba como algunos que aún andan por ahí», cierra Fernando Pardo.
Para quien sí tienen palabras de sincero agradecimiento es para los equipos y las personas encargadas de ayudarles en Irlanda durante aquellos momentos. «No hay dinero suficiente para pagar lo que hicieron por nosotros, tanto por su recibimiento como por su trato. Nos trataron como si fuésemos hijos de ellos», recuerda emocionado.
Fuente:farodevigo.es