Muchos navegantes noveles tienden a subestimar la importancia de este componente.

Durante años, la imagen del ancla como símbolo de estabilidad en el mar ha dominado el imaginario colectivo. Sin embargo, recientes análisis técnicos y divulgativos han puesto en evidencia que el verdadero protagonista en el fondeo de embarcaciones no es el ancla en sí, sino la cadena que la acompaña. Esta revelación, que ha sorprendido a muchos aficionados a la navegación, está respaldada por la normativa oficial española.
Según el Reglamento de Embarcaciones de Recreo, publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE), la Dirección General de la Marina Mercante establece que “la línea de fondeo no podrá ser inferior a cinco veces la eslora de la embarcación”. Esta exigencia normativa confirma que la longitud de la cadena es esencial para garantizar la seguridad y estabilidad del barco, especialmente en condiciones meteorológicas adversas o fondos marinos irregulares.
La lógica detrás de esta regla es sencilla pero contundente: cuanto mayor sea la longitud de la cadena, más horizontal será la tracción que ejerce el ancla sobre el fondo marino, lo que mejora su agarre y reduce el riesgo de que el barco se desplace. En embarcaciones de gran tamaño o en fondeos profundos, se recomienda incluso multiplicar la profundidad por ocho o nueve veces, como ocurre en buques mercantes o de gran tonelaje.
Expertos del sector, como los miembros del Instituto Náutico y su revista especializada The Navigator, insisten en que el desconocimiento sobre el papel de la cadena puede llevar a errores graves en la navegación recreativa. De hecho, muchos navegantes noveles tienden a subestimar la importancia de este componente, confiando únicamente en el peso del ancla.
Este cambio de perspectiva no solo tiene implicaciones técnicas, sino también educativas. Entender cómo funciona realmente el fondeo puede evitar accidentes, mejorar la planificación de travesías y fomentar una navegación más segura y responsable.
Fuente:huffingtonpost.es
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