La frágil estabilidad de barcos ‘trucados’
Modificaciones estructurales en la embarcación, la incorrecta distribución de pesos, sobrecarga de redes o combustible, desagües taponados o exceso de velocidad son factores que inciden en la falta de flotabilidad.
El pesquero de Ribeira Buraz se hundió en noviembre de 2000 entre las islas de Ons y Sálvora; un naufragio atribuido en su momento «a un fuerte golpe de mar». Este arrastrero, propiedad de la armadora ribeirense Frigoríficos Hermanos Vidal SA, se fue a pique mientras faenaba con ocho tripulantes a bordo: cuatro sobrevivieron, dos fallecieron y otros dos desaparecieron. El pecio todavía yace a 100 metros de profundidad frente a la costa pontevedresa.
Pero el hundimiento no se quedó ahí. Las familias de las víctimas quisieron ir más allá y lo consiguieron. Sabían que la embarcación había sido sometida «a bruscos cambios estructurales», según los técnicos, dañinos para la estabilidad de la nave y letales en caso de riesgo en condiciones de navegación adversas. No parecía tarea fácil demostrar tales transformaciones con el pecio abatido bajo la superficie del Atlántico. Tras una eternidad en pleitos, siete años después del siniestro la justicia dio la razón a los familiares de las víctimas, que acusaban al armador de falta de responsabilidad por las transformaciones no controladas ni supervisadas.
Fue la primera sentencia de la historia que condenaba «la irresponsabilidad» del armador «por haber alargado el pesquero un 12%, añadiendo dos metros y medio de longitud, sumando camarotes, desubicando las cuadernas iniciales, modificando la popa para ganar funcionalidad en las labores de pesca o añadiendo palos en el puente (pesos altos)».
A punto de cumplirse el noveno aniversario del fatídico naufragio (este mes de noviembre) las familias han sido indemnizadas por la pérdida de sus seres queridos. «Más que la recompensa económica, los parientes de los marineros fallecidos agradecieron que se les diese la razón porque fue el fin de una lucha que terminó con enorme satisfacción pese a la tristeza», argumenta Javier Pascual, el abogado de las familias que pudo probar, con planos oficiales, los cambios realizados en la embarcación. Mal tiempo, imbatibles golpes de mar, vías de agua, maniobras inexactas, errores humanos, problemas en los sistemas de comunicación (con falsas alarmas), poca atención a los partes meteorológicos, maniobras arriesgadas por parte del patrón, retrasos en la cadena de transmisión de la emergencia que provocan, a su vez, demoras en el tiempo de respuesta por parte de los helicópteros y lanchas de salvamento marítimo… Todos ellos son factores que contribuyen al hundimiento de embarcaciones en escasos minutos.
Pero, ¿qué hay detrás de un naufragio? ¿por qué se vuelve incontrolable una plataforma marina supuestamente preparada para imponer su flotabilidad en condiciones adversas, desde el momento de su construcción (con los planos pertinentes) y tras pasar las inspecciones de rigor?
Los cambios estructurales en los barcos son perfectamente lícitos cuando los armadores, las Capitanías Marítimas y los astilleros que emprenden la reforma se ciñen al procedimiento vigente, siguiendo los pasos prefijados: solicitud de reparación, aprobación y supervisión. Tras las alteraciones, las naves deben pasar otras pruebas de estabilidad porque su centro de gravedad y márgenes de flotabilidad pueden cambiar. No obstante, sindicatos, inspectores y fuentes del sector pesquero, sin levantar demasiado la voz, advierten de que «no siempre» se cumplen estas normas.
Fuente:laopinioncoruna.es
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