«No le den mas vueltas»

La Dirección General de la Marina Mercante autorizó a un astillero de Cabana de Bergantiños (A Coruña) a botar un pesquero sometido a una reforma irregular que varió su arqueo (volumen) y su estabilidad y que lo ha convertido, según el área de Inspección de la Capitanía Marítima de A Coruña, en un buque peligroso.

El Narducho, un pesquero de 13,50 metros de eslora total destinado a la pesca de bajura, se construyó en el astillero Roseva de Cabana de Bergantiños entre febrero y septiembre. Durante esos siete meses, los inspectores de la Capitanía Marítima coruñesa denunciaron ante sus superiores numerosas irregularidades en el proceso de construcción del buque, que fue reformado sobre la marcha con el objetivo, según las conclusiones de los funcionarios, de incrementar de forma aparente el volumen de una embarcación que con sus dimensiones reales no hubiera superado satisfactoriamente las pruebas de estabilidad. La estabilidad determina en buena parte si un buque es o no seguro para la navegación. Los responsables de Marina Mercante no sólo no hicieron caso a las denuncias de los funcionarios, sino que permitieron que el barco fuese botado para salir a faenar en el litoral de Ferrol.

Altos cargos de Marina Mercante -Administración que depende del Ministerio de Fomento y se encarga de velar por la seguridad marítima- intervinieron en un proceso que la ley reserva a los inspectores marítimos para agilizar la construcción del Narducho y facilitarle los certificados de navegabilidad y arqueo, en contra del criterio de los inspectores de la Capitanía de A Coruña, que consideran que el volumen que figura en los documentos de la embarcación es falso y que no está acreditado que se haya revisado el eje de cola -la pieza que transmite el movimiento del motor a la hélice- como establece la legislación.

El capitán marítimo, Gustavo Ortega, aseguró en declaraciones a este diario que la embarcación tiene «toda la documentación en regla» y que fue reconocido por «inspectores de la Administración marítima totalmente cualificados y acreditados», aunque admitió que algunos vinieron comisionados de la Capitanía de Ferrol o de la Dirección General de la Marina Mercante «por circunstancias especiales». Ortega advierte sin embargo que si el astillero ha cometido una irregularidad, todavía puede perseguirse porque no prescribe «hasta dentro de tres años.

Los problemas derivados de la construcción del Narducho comenzaron poco después de que Roseva la iniciase, en febrero pasado. El reglamento de Inspección y Certificación de Buques establece que los astilleros deben solicitar una autorización administrativa a la Capitanía Marítima antes de iniciar la construcción de cada embarcación. La solicitud debe ir acompañada de un proyecto constructivo realizado por un ingeniero naval y visado por el colegio profesional al que pertenezca. El proyecto es sometido al control de los inspectores, que informan al capitán marítimo para que decida si lo aprueba. Cualquier modificación en el proyecto de construcción debe pasar los mismos controles que el proyecto inicial.

El Narducho comenzó a construirse en Roseva después de que la capitanía coruñesa autorizase el proyecto diseñado por la empresa Proyectos Navales Ferrol. Los inspectores visitaron el astillero a principios de abril para revisar el buque y comprobaron que el Narducho del varadero presentaba variaciones sobre el proyecto aprobado que afectaban a su volumen y a su estabilidad. Los funcionarios interrumpieron la inspección e informaron a sus superiores de que el astillero había modificado el plan de obra sin solicitar permiso, lo que, de acuerdo a la ley, es sancionable.

El director de Roseva, Manuel Romero Senande, no entregó el proyecto de reforma que incluía las modificaciones ya realizadas hasta el 24 de abril, pero tras meses de trámites e informes, fue aprobado por el capitán marítimo en contra del criterio de los inspectores. La decisión de Gustavo Ortega estuvo avalada sin embargo por un informe del Subdirector general de Calidad y Normalización de Buques y Equipos, Alfredo de la Torre, quien ordenó a José Ramón Carmona, inspector de la Capitanía de Ferrol, que reconociese el buque.

El área de Inspección de la capitanía coruñesa y el astillero tenían opiniones contrapuestas sobre si el comedor del barco era un espacio habitable para la tripulación y si, consecuentemente, debía ser considerado a la hora de calcular el arqueo del buque: Mientras la Inspección se apoyaba en el reglamento de arqueo de 1909 para argumentar que con 1,55 metros de altura, el comedor era demasiado bajo para considerarse albergue de la tripulación, el astillero se basaba en otra norma para argumentar que al ser un barco de bajura no tenía por qué contar con espacios para la tripulación. Marina Mercante dio la razón al astillero y permitió que el comedor fuese incluido en el cálculo de arqueo, lo que, sobre el papel, convirtió al Narducho en un barco de más de veinte toneladas, preparado para superar satisfactoriamente las pruebas de estabilidad; experiencia que no habría superado si se le aplicasen los parámetros para un barco de menos de veinte toneladas.

Las modificaciones del barco fueron aprobadas, pero el debate sobre el cálculo de arqueo se mantuvo entre los inspectores y los responsables de la capitanía y de Marina Mercante cuando el astillero solicitó permiso para botar el buque. El subdirector general de Calidad y Normalización de Buques y Equipos ordenó a los inspectores que realizasen las pruebas de estabilidad al buque como si fuera de más de veinte toneladas, orden que los funcionarios aceptaron aunque hicieron constar de nuevo su desacuerdo.

La última vez que los inspectores de capitanía vieron la embarcación de Roseva intentaron sin éxito revisar el eje de cola y el ajuste de la hélice, tras lo que hicieron constar de nuevo que la legislación obligaba a realizar una revisión de estos elementos del barco que ya era imposible reconocer por su avanzado estado de construcción. El capitán marítimo consultó a sus superiores y Alfredo de la Torre, eximió de nuevo al Narducho de esta comprobación para recomendar a renglón seguido que se observase si funcionaba correctamete durante las pruebas de mar del barco previas a su entrega al propietario.

Las advertencias del jefe del área de Inspección de la capitanía sobre la conveniencia de sancionar las irregularidades cometidas por Roseva y sus objeciones a los cálculos e interpretaciones de la ley que hacían sus superiores no fueron rebatidas por ninguno de los altos cargos o inspectores que intervinieron en el proceso. Pero Marina Mercante decidió comisionar a funcionarios enviados expresamente desde Madrid para revisar el estado del Narducho antes de expedir los certificados de navegabilidad y arqueo.

Estos documentos, que, de acuerdo a la legislación sobre inspección y certificación de buques, deben ser firmados por los inspectores de la capitanía, fueron rubricados en este caso por el subdirector general adjunto de Calidad y Normalización de Buques y Equipos, Eliseo Carlos Miranda, y por su superior, Alfredo de la Torre. Los altos cargos de Marina Mercante apartaron así a los funcionarios de la Capitanía Marítima de A Coruña del astillero Roseva sin haber emitido antes una resolución administrativa o un recurso de alzada que justificase de forma legal su exclusión en este asunto.

Fuente: www.webmar.com