Antón Luaces.

Primero fueron los Costa. Ahora, el Azamara Quest. Los cruceristas ya no tienen radiotelegrafistas u oficiales radioelectrónicos que les escriban en el éter. Un mal viento del occidente se los llevó a los libros virtuales de desaparecidos en combate y los buques se quedaron sin el que, en realidad, era el último en abandonar su puesto de trabajo y el que, en buena hora, hacía valer el Sistema Mundial de Socorro. Porque éste, sin los oficiales radioelectrónicos no tiene pies ni cabeza. Su inoperatividad pone en la sartén la vida de miles de ciudadanos que no saben bien dónde se embarcan y hasta qué punto la aventura de navegar es un riesgo incalculable que sólo significa beneficio a corto plazo para las navieras, verdaderas instructoras de la normativa que permite la exención del oficial radio en los buques que, como el Azamara Quest —que según la guardia costera filipina no emitió llamada de socorro alguna— traslada de un lugar a otro a ciudadanos más o menos dispuestos a la sonrisa que se cambia a máscara de terror cuando un humo no previsto alerta a todos a bordo mientras alguien confía en que con sus propios medios podrá extinguir el incendio.

Nada de socorros, nada de alertas. Lo guisamos y lo comemos nosotros mismos y ya daremos explicaciones posteriormente al hecho.

Mientras, en las escuelas especializadas y universidades continúan formándose profesionales de la mar que no podrán confiar, salvo que la OMI —como reclaman los oficiales radioelectrónicos de la Marina Mercante, arrumbados por las órdenes, normativas y reglamentos— tome cartas en el asunto y disponga la vuelta, por necesidad, de aquellos que tantas veces han contribuido a salvar vidas humanas.

Alguien tendría que relacionar el incremento de accidentes marítimos en los gigantes del mar con la desaparición de los radioelectrónicos. Pero se ve que estos no tienen los padrinos que se precisan para «colocarse» en preferente.

En menos de un año, dos Costa y un Azamara Quest, con una ya larga secuela de víctimas mortales e importantes daños en los navíos. A lo mejor esto resulta más barato a las navieras que contratar un par de radioelectrónicos para cada buque.

Fuente: farodevigo.es