En Chile es muy apetecida la merluza común, pez blanco cuya población se ha diezmado a tal punto que muy pronto podría desaparecer de las mesas del país.
La sobrepesca de la merluza es desbordada y las poblaciones de este pez —una especie de demersal— se están agotando. Por lo general, la culpa recae sobre los pescadores locales, pero no son ellos quienes se lucran de este mercado ilegal, que se estima en cerca de US$60 millones anuales.
Por el contrario, lo venden a intermediarios con camiones refrigerados, que compran el pescado no declarado a precios bajos.
*Este informe hace parte de una serie de nueve capítulos sobre la pesca INDNR, desarrollada en conjunto con el Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos de American University (CLALS). Lea los demás capítulos de la investigación aquí o descargue el PDF completo en inglés.
Rodrigo Oyanedel, candidato a doctorado en la Universidad de Oxford, quien investiga la sobrepesca de la merluza, explicó que existe la idea errónea de que la pesca ilegal pasa directo de los barcos a los restaurantes.
Los intermediarios “mueven muchos hilos y tienen mucho poder y control de los precios”, comentó Oyanedel a InSight Crime.
Merluza para las masas
La merluza —pez plateado y delgado de boca ancha, perteneciente a la familia del bacalao— fue alguna vez abundante en las costas de Chile. La pesca de la merluza se dio por parte de pequeñas embarcaciones básicamente hasta los primeros años del siglo XX, cuando una serie de crisis económicas golpearon a Chile.
La merluza, económica y nutritiva, pronto se convirtió en elemento infaltable en la dieta chilena. Según una historia de la merluza, realizada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), se impulsaron campañas para fomentar su consumo. Los fabricantes la transformaron en aceites y en alimento para consumo humano.
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En los cuarenta, la merluza era capturada por barcos industriales con extensas redes de arrastre. Ya en 1968, la pesca superaba las 130.000 toneladas.
“Era como una olimpiada” por pescar tanto como fuera posible, relató en diálogo con InSight Crime Liesbeth van der Meer, vicepresidenta del capítulo de Oceana para Chile, una organización sin ánimo de lucro que trabaja por la conservación de los océanos.
Pese a los intentos por controlar la sobrepesca con la imposición de un límite de 45.000 toneladas entre 1982 y 1990, los barcos siguieron capturando merluza, con una pesca de casi 520.000 toneladas en 1996. Para 2003, la pesquería comenzaba a colapsar, como observaron los expertos.
En 2014, la Subsecretaría de Pesca de Chile (Subpesca) impuso un límite de pesca de 19.000 toneladas de la especie conocida como merluza común. De estas, el gobierno permitió un 60 por ciento a barcos industriales y el resto a artesanales.
“Cuando restringieron [la pesca] de esa manera, apareció la actividad ilegal”, le comentó a InSight Crime César Astete, experto en pesquerías para Oceana en Chile.
A pesar de la drástica disminución del límite de pesca, la merluza común sigue sobreexplotada, como lo señalan los datos de Subpesca.
En 2020, se fijó en 37.000 toneladas el límite de pesca en Chile. Solo se permitieron 15.000 toneladas de producto a los cerca de 2.200 barcos artesanales que operan en la zona de cinco millas —exclusiva para ellos— frente a la costa de Chile.
El jefe de una cooperativa de pescadores artesanales, quien pidió mantener su anonimato por razones de seguridad, declaró a InSight Crime que “el límite de pescado no es suficiente” para sobrevivir.
Pescador pescado
Los intermediarios mantienen la lealtad de los pescadores mediante la entrega de anzuelos, varas, carretes, sedal y anticipos de dinero. Aun cuando otras personas ofrezcan mejores precios, los pescadores les venden a estos intermediarios, quienes siempre están listos con efectivo al instante.
La forma como se desarrollan las transacciones permite que gran parte de la pesca quede sin declarar. Por ejemplo, un intermediario puede comprar 100 kilos de pescado, pero solo diez kilos están consignados en una factura de venta del pescador, que se llama Acreditación de Origen Legal. Los otros 90 kilos, comprados a precios rebajados, nunca llegan a reportarse.
Muchos intermediarios falsifican y reciclan recibos, o crean tantos que es imposible distinguirlos de las acreditaciones legales.
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“Aunque te atrapen, la multa es menor si tienes algún tipo de documento”, explicó Oyanedel, el candidato doctoral que investiga la pesca ilegal de merluza.
Las empresas industriales de merluza también promueven la sobrepesca. Las regulaciones permiten la transferencia de cuotas de pesca asignadas para ciertas especies, y las empresas compran las cuotas dadas a los barcos artesanales para aumentar las suyas. Los pescadores, sin embargo, siguen extrayendo con sus cuotas legales de merluza.
“Eso lo que hace es generar un doble conteo”, le acotó van der Meer a InSight Crime.
La mayor parte de la merluza para consumo interno se vende en el mercado de pescado de Santiago, el Terminal Pesquero Metropolitano. Es imposible rastrear el pescado que se vende allí, ya sea captado por barcos industriales o artesanales, porque “todo se revuelve”, dijo van der Meer. Los mercados al aire libre de todo el país también venden el pescado de manera indiscriminada.
Los intermediarios, que por lo general son familiares de los pescadores, se aprovechan de una red de distribución “compleja e ilógica”, llevando múltiples camiones cada día al mercado, puntualizó van der Meer.
“No tenemos un sistema de rastreo”, añadió, “y es difícil identificar a los intermediarios”.
Los intermediarios han sido descritos como una mafia. De hecho, se ha hallado contrabando de merluza en falsos compartimientos de camiones. Los conductores se alertan entre ellos mismos en caso de ver retenes de la policía.
“Ellos generan mucho dinero”, señaló Oyanedel. “Pero no les pagan bien a los pescadores”.
El director de la cooperativa de pescadores artesanales dice que un barco de tamaño regular dedicado a la pesca de merluza recoge en promedio alrededor de cinco toneladas de pescado al año. El pescado se distribuye en 180 cajas que se venden por 10.000 pesos chilenos (US$12) la unidad, para una ganancia de cerca de 1.800.000 pesos (US$2.160). Al dividirlo entre la tripulación, que en general es de cuatro personas, cada uno recibe apenas 450.000 pesos chilenos (US$553) al año.
“Nadie vive con eso”, observó, después de hacer el cálculo.
Él sabe que las reservas de merluza se están agotando.
“La merluza es el único recurso que nos queda, al menos aquí en la costa”, señaló. “Y el día que se acabe, los pescadores artesanales desaparecerán”.
Este informe hace parte de una serie de nueve capítulos sobre la pesca INDNR, desarrollada en conjunto con el Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos de American University (CLALS). La primera entrega, “El saqueo de los océanos: la pesca ilegal en aguas de Centroamérica y el Caribe”, se puede ver aquí.
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