El Richard Montgomery se hundió hace 80 años en el estuario del Támesis con una carga letal a bordo

La del buque SS Richard Montgomery es una historia curiosa. Hace ocho décadas que su nombre forma parte de la crónica naval universal, pero la inmensa mayor parte de ese tiempo lo ha pasado bajo el agua, hundido en el estuario del Támesis, frente a las costas de Reino Unido. Pecios como a él los hay a miles repartidos por el mundo, algunos mucho más antiguos e interesantes desde un punto de vista histórico; pero pocos despiertan la fascinación, respecto e incluso miedo que suscita el SS Richard Montgomery

Y es lógico que así sea. En las bodegas de este buque de la Segunda Guerra Mundial se conservan ni más ni menos que 1.400 toneladas de explosivo que traen de cabeza a las autoridades locales.

La ¿breve? historia del SS R. Montgomery. Como buque de carga, el SS Richard Montgomery tuvo una vida fugaz. Casi un visto y no visto. Lo fabricaron a comienzos de los años 40 en Jacksonville, Florida, para convertirse en un navío de clase Liberty pensado para apoyar a la Armada de EEUU durante la Segunda Guerra Mundial, en 1943 estaba ya en el agua y no mucho después —en agosto de 1944— se lanzaba a la que sería su última misión: transportar más de 6.000 toneladas de munición y explosivos en una ruta que debía llevarlo a Cherburgo, Normandía, previo paso por Reino Unido.

No le salió bien. Antes de octubre de ese mismo año el flamante SS Richard Montgomery, bautizado así en honor a un oficial de la Guerra de Independencia de EEUU y de más de 130 metros de eslora, descansaba en el fondo del Mar del Norte, donde sigue todavía hoy, ocho décadas después. No hizo falta ningún ataque de las potencias bélicas del Eje para que mandarlo a pique. Bastó con un cúmulo de desafortunadas casualidades. Eso no quita que el barco siga a día de hoy muy presente en la mente de las autoridades británicas.

Pero… ¿Qué le pasó? Mala suerte. O malas decisiones. El buque completó gran parte de su singladura, pero al llegar al estuario del Támesis su tripulación recibió la orden de anclar en el fondeadero Great Nore, frente a Sheerness, una ciudad portuaria situada junto a la desembocadura del río Medway. Allí debía esperar a que se formase un convoy con el que continuar su viaje a través del Canal de la Mancha. El problema, explica la Agencia Marítima y de Guardacostas, es que la zona era poco profunda, sobre todo si se tiene en cuenta lo cargado que iba el buque.

Hay quien habla de un fuerte vendaval o incluso de los puntos débiles en el diseño del barco. La cuestión es que cuando la marea bajó, el SS Richard Montgomery arrastró su ancla y acabó encallado en un banco de arena situado al este de la Isla de Grain.

Era finales de agosto de 1944. A partir de ese momento, los hechos se sucedieron con rapidez: el buque empezó a sumergirse y las planchas de acero de su casco se partieron en la zona del puente. El 23 de agosto, tres días después de la llegada del navío al estuario, las autoridades ya estaban contratando a estibadores para que retiraran el valioso (y peligroso) cargamento del buque. El 8 de septiembre el navío acabó de romperse por completo.

Un pecio, y un enorme problema. Que un buque casi recién estrenado como el Richard Montgomery se fuese a pique era una faena, pero si algo preocupaba a las autoridades era su carga. Y es normal. El navío se había cebado con 6.127 toneladas imperiales de carga, sobre todo munición. De ahí que las autoridades se pusieran a vaciar sus almacenes cuando entendieron que estaba hundiéndose.

El problema es que las bodegas de proa no tardaron en inundarse, el buque se rompió y se terminó abriendo una enorme grieta en su costado de estribor. A pesar de que los trabajos de descarga continuaron incluso pasado el 8 de septiembre y que en las labores participó la Royal Navy, la misión se quedó a medidas. Retiraron una cantidad importante de explosivos y munición, pero no todo.

¿Cuál fue el resultado? El Gobierno británico habla de que la operación, ya de por sí delicada, se vio aún más complicada por el empeoramiento del tiempo, lo que comprometía la seguridad de los operarios a bordo de un buque que se hundía poco a poco. En 2022 Mick Hamer sostenía en New Scientist una versión algo distinta: que el Almirantazgo se negó a pagar a los trabajadores el plus de peligrosidad que pedían por manejar bombas. Pesase más uno u otro factor, el caso es que la misión fue un éxito a medias.

Se retiró una cantidad importante de carga. Aproximadamente 2.945 t de las bodegas traseras y cajas y explosivos apilados en la zona situada entre cubiertas. Pero cuando la operación de salvamento se abandonó, a finales de septiembre de 1944, a bordo del buque quedaban alrededor de 1.400 toneladas de explosivo neto (NEQ), sobre todo en la sección delantera. Con ese delicado relleno el Richard Montgomery acabó hundiéndose por completo. De él quedó poco más que el recuerdo, un enorme pecio partido en dos mitades y la punta de sus mástiles, que asoman todavía hoy del agua.

Y pasaron las décadas. Así es. Terminó la Segunda Guerra Mundial, la década de los 40, 50, 60… lo hizo el siglo XX, y el malogrado SS Richard Montgomery siguió durmiendo en su lecho de arena, cerca de las costas británicas y el canal de acceso de Medway. De él apenas se aprecian sus mástiles, de los que cuelga un cartel que advierte de la presencia de munición. Así lo describe más o menos el propio Gobierno británico, que confirma que en sus bodegas de proa todavía se acumulan unas 1.400 toneladas de explosivo.

Que el buque lleve 80 años convertido en una reliquia hundida de la Segunda Guerra Mundial no significa que las autoridades se hayan olvidado de él. El pecio está bien señalizado en las cartas del Almirantazgo, se ha establecido una zona de exclusión, hay señales que advierten del peligro y personal encargado de vigilar con radar las 24 horas del día. Cada cierto tiempo además se realizan estudios, con buzos, sonar y análisis, que permiten seguir de cerca su evolución. El objetivo, aclara el Gobierno, es «garantizar que se descubra rápidamente cualquier cambio».

¿Hay riesgo de que explote? El Gobierno es claro al respecto. Afirma que «el riesgo de una gran explosión es remoto», pero aún así reconoce que lo «prudente» es seguir de cerca la evolución del pecio. Desde hace años publica un informe anual sobre sus inspecciones. El último, de 2023, se basa en un análisis realizado hace justo un año, y deja algunas conclusiones interesantes.

La sección delantera está ahora entre 10 y 15 cm más inclinada y hay una parte de que ha empezado a derruirse. El estudio reconoce que está previsto “reducir la altura” de los tres mástiles que asoman para limitar su impacto en la estructura y, lo más importante, evitar que lleguen a caer sobre la cubierta… y la delicada carga que protege.

Despertando interés ocho décadas después. Prueba de que el pecio despierta interés 80 años después es que sigue muy presente en los medios del país (y el extranjero), con artículos en Metro, News Week o la BBC, que en primavera informaba de que el hallazgo de 18 nuevos «objetos metálicos» alrededor del pecio han obligado a retrasar los trabajos para garantizar su seguridad. Las labores de retirada de mástiles, aseguraba, se esperan para el próximo año. No es la primera vez que se posponen. Ya se preveían para 2020 y 2022.

Los cálculos de 1972. Que la Agencia Marítima y de Guardacostas haya estimado que el riesgo de que la carga del pecio explote «remoto» no ha evitado que algunos expertos hayan hecho cálculos para saber qué supondría una deflagración de semejante calibre. Lo revelaba en su día New Scientist, que asegura que en 1972 el Instituto de Investigación y Desarrollo de Explosivos (ERDE) estimó que la honda expansiva sería tremenda: destrozaría las ventanas de la vecina Sheerness y generaría una enorme columna de 300 metros de ancho de lodo, metales y carga a gran altura.

¿Un «pequeño tsunami»? New Scientist habla de «una de las mayores explosiones no nucleares del mundo», que se vería agravada por la proximidad de una terminal de gas natural licuado en Grain y el tráfico de superpetroleros. El tema ya llegado incluso al Parlamento británico, donde, al igual que lo hace la BBC, ha llegado a usarse la expresión «maremoto» o «pequeño tsunami» para alertar de las consecuencias que tendría para las áreas próximas. Algunos medios van más allá y hablan del «naufragio del fin del mundo».

Cuando la cadena inglesa entrevistó hace unos meses a David Alexander, profesor del Univesity College de Londres y quien ha analizado a fondo la situación del SS Richard Montgomery, su conclusión era clara: debería intentarse una retirada de los explosivos, aunque no sea una tarea barata. «Sin duda habría que tener un cuidado enorme porque la estructura del barco se está desintegrando a un ritmo acelerado», previene el experto.

Fuente:xacata.com