Hace 45 años se estrenó en Canarias la embarcación que cambió la historia de conectividad marítima en Canarias.
El jueves 7 de agosto de 1980 marcó un antes y un después en el transporte marítimo en las islas y en la vida de los canarios. Ese día zarpó por primera vez el ‘Princesa Voladora’, el primer Jetfoil que cubrió la ruta entre Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria y que permitía viajar de capital a capital en menos de una hora, algo impensable entonces. Aquel viaje inaugural no solo fue un estreno tecnológico, sino el nacimiento simbólico de un puente marítimo entre las dos capitales del archipiélago.
Durante más de una década, este singular hidroala surcó las aguas entre las islas mayores a velocidades impensables hasta entonces, conectando ambos puertos en apenas 50 minutos. El Jetfoil no era un barco cualquiera: se elevaba sobre el mar mediante un sistema de alas submarinas que lo hacía literalmente volar sobre las olas, ofreciendo un viaje rápido, cómodo y moderno para la época.
Una revolución sobre el mar
Operado por la compañía Trasmediterránea, el Jetfoil fue un emblema de modernidad en los años 80 y 90. Permitió una conexión diaria y regular entre las dos islas capitalinas, algo que entonces se veía como un paso clave hacia una mayor cohesión del archipiélago. El diseño aerodinámico, la velocidad de crucero de más de 70 km/h y la puntualidad lo convirtieron en la opción preferida por empresarios, funcionarios y turistas que buscaban ganar tiempo.
Este medio de transporte marítimo se convirtió en el principal aliado del mundo de la política en Canarias. Todas las autoridades viajaban en él para poder cumplir con sus labores en el Parlamento que se encuentra en Santa Cruz de Tenerife, de forma que era considerado una prolongación del propio hemiciclo.
Además del ‘Princesa Voladora’, se incorporaron otras unidades con nombres como: ‘Princesa Dácil’, ‘Princesa Teguise’, ‘Princesa Guayarmina’ y ‘Princesa Guacimara’. El servicio llegó a contar con varias frecuencias diarias, consolidándose como una alternativa competitiva frente al transporte aéreo interinsular.
Un símbolo de conectividad
«En su momento, supuso una transformación en la forma de moverse por el archipiélago. Era rápido, cómodo, y no dependía del tráfico aéreo ni de las condiciones en los aeropuertos. Fue especialmente relevante para quienes vivían en una isla y trabajaban o estudiaban en la otra. El Jetfoil facilitó encuentros familiares, relaciones comerciales y actividades culturales, reduciendo la distancia emocional entre Gran Canaria y Tenerife», explica el periodista e historiador Juan Carlos Díaz Lorenzo.
«También fue un icono tecnológico. Para muchos canarios de la época, montar en el Jetfoil era una experiencia futurista: el despegue sobre el agua, el suave planeo y la rapidez del trayecto lo diferenciaban de cualquier otro barco conocido», recuerda la presidenta de la Autoridad Portuario de Las Palmas, Beatriz Calzada Ojeda.
El ocaso del ‘barco volador’
Pero con el paso del tiempo, el Jetfoil dejó de ser viable. «Su consumo de combustible era altísimo, y su operativa resultaba costosa frente a nuevas opciones más eficientes. La irrupción de los ferris rápidos, que ofrecían velocidades similares con mayor capacidad de pasajeros y carga, terminó por sentenciar su futuro. Sin embargo, en la actualidad dos de los cinco Jetfoil se encuentran operando en la zona de Kobe en Japón.
Además, de una fuerte competencia de la aerolínea Binter», que permitía acortar los tiempos de desplazamiento de los barcos. El 19 de julio de 2005, el Jetfoil realizó su último viaje en Canarias, poniendo fin a una etapa que muchos recuerdan con nostalgia. A día de hoy, su regreso según los expertos es imposible: los costes operativos, la obsolescencia de la tecnología y la competitividad del transporte aéreo lo hacen inviable desde cualquier punto de vista económico.
Un legado que permanece
Aunque ya no surque las aguas canarias, el Jetfoil dejó una huella profunda en la historia del archipiélago. Representó una etapa de modernidad, innovación y deseo de conexión entre islas, acortando distancias y acercando a las personas. Fue más que un medio de transporte: fue símbolo de progreso.
«Es fundamental recordar nuestra historia, en este caso a través del Jetfoil. Su existencia nos permitió tener conectividad. Debemos seguir luchando por no perder esas conexiones, por ello este aniversario es tan simbólico», señala Beatriz Calzada Ojeda.
Hoy, 45 años después de aquel primer viaje del ‘Princesa Voladora’, queda el eco de una época en la que el mar parecía más pequeño y el futuro viajaba sobre alas de acero a toda velocidad. Un legado que, aunque ya no navegue, sigue recordándonos que conectar a las islas entre sí es mucho más que un reto logístico.
Fuente:canarias7.es
Deja una respuesta