Rodeado de su familia y ya más tranquilo en su casa de Pontevedra. El segundo oficial del Argos Georgia, uno de los 14 supervivientes del naufragio del palangrero en las Malvinas, hace un relato personal de la tragedia. Asegura que un fallo técnico por el mal tiempo fue el detonante y que las 20 horas que pasó en una balsa a la deriva «pasé un miedo terrorífico»

Es uno de los catorce supervivientes de la tragedia del Argos Georgia. El pontevedrés Francisco Gondar Sanjorge dice que está «demacrado» por todo lo sufrido. Ahora, sostiene emocionado, se centra en «estar tranquilo», junto a su mujer, Karla, y su hijo Izan y confía en poder hablar con sus allegados en cuanto recupere el móvil. El segundo oficial de abordo del palangrero hundido en Islas Malvinas relata a Diario de Pontevedra cómo la falta de movimiento del barco le hizo saber que había «un problema grave» y cómo vivió el naufragio y las veinte horas posteriores en una balsa salvavidas a la deriva junto al capitán y otros trece compañeros. A ratos se le entrecorta la voz, se detiene para coger aire o se emociona.

Ya un día después de llegar a casa y abrazar a los suyos, ¿qué tal se encuentra?
Me encuentro bien por haber visto a mi mujer y a mi hijo, por reencontrarme con ellos. Cuando llegué a casa me relajé bastante. Yo estaba muy en tensión y sobre todo muy triste. Y el pisar casa me ayudó bastante. Lo que hago ahora es entretenerme haciendo recados, intentando hacer las gestiones para recuperar mis documentos y esas cosas. Trámites para estar ocupado.

¿Cómo fueron las últimas horas en el avión de vuelta?
Pues complicadas. Lo malo fue en el momento que aterrizamos en Santiago. Abrieron la puerta del avión y tardaron un rato en dejarnos salir. Ahí me puse un poquito mal. Mal no les hablé, pero me notaron inquieto y a lo mejor… Si volviera a ver ahora al cuerpo médico que iba en el avión, les pediría disculpas por haberme puesto un poco nervioso, porque yo quería salir a toda costa y ellos, me decían: «Tienes que esperar». Me molestaba tener que esperar. Sabía que mi mujer llevaba dos horas esperando con un niño pequeñito en brazos y mis padres también estaban y son gente mayor y enferma. Fue por eso, me gustaría poder explicarles que era por eso.

Seguro que lo entienden por la situación…
Cuando despegó el avión de Stanley me encontré mal, ahí sí que me encontré mal. Hasta el observador se dio cuenta y me dio ánimos. No sé qué me pasó, en todo ese tiempo yo me aguanté, resistí. Nunca me derrumbé, nunca… pero, cuando despegó el avión, no sé por qué me entró algo rarísimo, el frío, el ruido… Me vine abajo.

¿Dónde estaba cuando empezó todo?
Estaba en mi camarote, fuera de guardia. Y los barcos siempre balancean. Es raro el barco que está quieto, tiene que estar el mar muy en calma para que un barco no se mueva. Y entonces, como había temporal, el barco se movía. Noté que, de repente, dejó de hacer el movimiento que debía hacer. El que tiene un poquito de experiencia ya lo nota. Salí pitando del camarote y me fui al puente a ver qué pasaba. Y, casualidad, el capitán estaba ya tomando medidas, corrigiendo el rumbo, íbamos a un rumbo fijo determinado y él ya estaba cambiando. Ese barco estaba muy preparado, y por el circuito de cámaras pude ver que estaba entrando agua por el parque de pesca.

Estaba inundado de agua, y ya dije: «Uf, la cagamos, aquí está entrando agua de forma masiva. No sabía aún por qué y ya pensé: va a haber que abandonar o prepararse para el abandono»…
Y nada. El jefe de máquinas subió, confirmó que había un problema muy gordo, un fallo técnico del barco. Era un barco buenísimo, buenísimo, pero por desgracia, con aquel mal tiempo afloró un fallo técnico que se desconocía y provocó que entrara agua de forma masiva y, a pesar de que el capitán es muy experimentado, tomar todas las medidas oportunas para intentar evitar esa entrada masiva de agua… fue imposible. Tuvimos que ponernos los trajes de inmersión y prepararnos para el abandono.

Se ha hablado de que las condiciones meteorológicas eran malísimas, con olas de 8 metros. Se ha hablado también de que un choque con un posible iceberg semisumergido podría haber provocado una vía de agua.
No. No, no había ningún iceberg. Con el mal tiempo afloró un fallo técnico en el barco, provocó que entrara agua de forma masiva y eso fue lo que provocó la catástrofe. La entrada masiva de agua, sin poder evacuarla, provoca que el barco se inunde y se vaya al fondo.

¿Qué es lo que falló? ¿Saben en dónde se originó ese fallo?
Yo sí lo sé. Me lo dijo el jefe de máquinas, pero no lo vi con mis propios ojos. Les corresponde a ellos decir lo que fue. A mí me lo dijeron. Aunque yo también lo imagino. Pero claro, ellos son los que lo vieron en persona. Por eso el capitán fue el que intentó incluso evitarlo. Pero era imposible.

En ese momento estaban pescando, ¿no?
No, estabamos navegando. Acabábamos de salir de Stanley, y hacía un día y medio que nos dirigíamos a las islas del sur a pescar róbalo.

Cómo fue ese momento de abandonar el barco y subirse a las balsas en las que han pasado… ¿veinte horas?
No sé si habremos batido el récord, de horas en una balsa salvavidas, pero por ahí andaríamos.

¿Y qué se le pasa a uno por la cabeza en 20 horas a la deriva con esas condiciones tan malas de mar y en esa situación?
Entramos en hipotermia, apenas nos podíamos mover, ni prácticamente articular palabra. Yo solo pensaba en mi hijo, en que tenía que sobrevivir para que no creciera sin padre. (Rompe a llorar)
(…) Cuando llegamos a Santiago, en cuanto me vio mi hijo se echó a abrazarme, pero bueno, él aunque no pasara nada también me iba a dar un abrazo, Es pequeñito, tiene dos años, no sabía lo que había pasado, solo sabía que me había vuelto a ver de repente otra vez.

Hablaba de la balsa, casi un día después les rescataron.
Nos recogió la patrullera, el barco de inspección pesquera. Casualidades de la vida, los que nos inspeccionan fueron los que nos salvaron. Primero nos pitaron. Nosotros teníamos la balsa cerrada, entonces no veíamos lo que había fuera. Y cuando escuchamos pitar, ya dijimos: «¡Buah!, Estamos salvados». Lo que pensábamos es que era el Robin M.Lee, el barco de aquí, el pesquero, porque sabíamos que venía a por nosotros. El técnico de pesca anduvo muy fino, era un fenómeno. Aparte de que el capitán dio la señal de alarma a salvamento marítimo, él llamó por teléfono a la casa armadora, creo que incluso al patrón del Robin, eso ya no lo sé si lo llamó directamente. Solo sé que cuando estábamos con los trajes puestos esperando a ver si el jefe solucionaba el problema y recuperaba el barco o no, nos dijo el patrón: «Si tenemos que abandonar, no os preocupéis, viene el Robin M. Lee a por nosotros, ya está avisado». Eso ayudó mucho. Nos dio esperanzas. Y gracias a eso se salvó un tripulante en la otra balsa.

¿Qué ocurrió con la otra balsa?
No supe más. No se sabe lo que pasó. Yo sé lo que pasó en la mía. Yo sé que subimos a una balsa, un grupo de trece personas y entre ellos el capitán… que había muy mal tiempo, que el temporal nos apartó del resto… Nos fuimos empezando a derivar con la corriente cuando los otros estaban embarcando en la otra balsa o iban a empezar, no sé claro. Había dos balsas y había que subir como se pudiera a la que pudieras.

«César Acevedo no se salvó por ayudar a los demás»

Con la voz entrecortada, Francisco Gondar habla de la pérdida de sus trece compañeros, cuatro de ellos aún desaparecidos, aunque reserva unas palabras de reconocimiento para uno de ellos, el vigués César Acevedo, patrón de pesca.

«A ver, yo tengo pena por todos, pero es que César era un fenómeno de la naturaleza, merece que se sepa», cuenta. «Y aparte creo que se sacrificó por muchos. Se sacrificó por los de la otra balsa. Yo creo que no se salvó por ayudar a los demás, que se quedó de último y por eso no murieron otros… No sé. Me gustaría que a su mujer le llegara eso, que lo supiera. Era uno de los mejores técnicos de pesca que ha habido. Los capitanes del calamar, los técnicos de pesca del calamar, que son buenísimos, son maestros. Decían que César era un maestro de maestros. Era súper querido, una bellísima persona. Era buenísimo. No vuelvo a conocer a una persona así», relata el pontevedrés muy emocionado.

«En realidad he perdido a 13 compañeros, éramos todos una familia aunque yo fuera nuevo en el barco. Ellos llevaban un montón de años y lo percibí desde el primer momento. Otra tripulación así no vuelvo a encontrar. Nadie merece lo que nos pasó, pero esta tripulación menos», añade.

Era la primera vez que usted embarcaba en el Argos Georgia, pero procede de familia de marineros y ya había participado en otras campañas en atuneros, ¿no?
He trabajado en un montón de sitios. Llevo 17 años. Empecé en la costa gallega… en arrastreros de aquí, pasé a Gran Sol, de Gran Sol pasé al bacalao, de allí pasé al calamar, en las Islas Malvinas,y después sí me fui a atuneros, ya estuve en los tres océanos del atún. Me he movido bastante.

¿Vivió alguna vez alguna experiencia complicada en el mar?
Algún susto sí. Un posible ataque pirata en el Índico, pero salió todo bien. No estamos seguros si era ataque pirata o no porque no llegaron a sacar armas. Salvo eso no. Y como esto ni por asomo. He pasado temporales. En Gran Sol, en Malvinas… Muchos temporales. Pero nunca he pasado miedo. Le he tenido respeto al mar siempre. Hay que tenerle mucho respeto. Esta es la primera vez que paso miedo en mi vida y de verdad y terrorífico.

¿Volverá al mar algún día?
Querer no quiero, pero tengo que hacerlo. No tengo otro trabajo, otro modo de vida, es mi trabajo, no me queda otra. Y tendré que volver más pronto que tarde, por desgracia, el dinero hace falta.

¿Le gustaría añadir algo más?
Insistir en que el barco era buenísimo, la empresa es impresionante, son británico-noruegos, esos son otro nivel, y nos atendieron genial en las islas, fue algo espectacular. Lástima que afloró ese fallo técnico con el mal tiempo. No van a aparecer los fallos con calma. Este barco pasó por temporales, pero, de esta vez apareció el fallo, no sé por qué. Y que la tripulación era espectacular, espectacular, espectacular… Yo no vuelvo a encontrar una tripulación así… (Se emociona de nuevo).

Fuente:diariodepontevedra.es