En aquellos tiempos, el único misterio, no era otro que las radiocomunicaciones fraudulentas.

¿Puede el mar engullir un barco de 23,6 metros de eslora con su tripulación a bordo y no devolver nada? ¿Nada más que un aro salvavidas a los diez días? Este fin de semana se cumplen 25 años de una de las desapariciones más misteriosas e impactantes que ha sufrido la flota pesquera guipuzcoana. Una tragedia. Un cuarto de siglo desde que el Carreira, un palangrero de Pasaia con diez tripulantes, se hundió sin dejar rastro mientras faenaba en el Canal de la Mancha, entre las costas de la Bretaña francesa y el suroeste de Inglaterra. Nunca se supo nada. El Triángulo de las Bermudas en mitad del Canal de la Mancha.

El Carreira no era un buque cualquiera. Aún olía a nuevo (tenía solo seis años cuando desapareció). «Era un barco de doble estructura, cerrado herméticamente», construido en 1990 en los astilleros Zamakona de Pasaia, de los primeros barcos pesqueros de acero en una flota en la que aún predominaban las naves de madera. «Tenía todas las condiciones para ser un barco de futuro», asegura Jaime Tejedor, el entonces presidente de la Cofradía de Pescadores de Pasai San Pedro». Pero se lo tragó el mar y no dejó rastro de él. Algo que aún le cuesta entender a Tejedor y otros muchos marinos.

«El rastreo que se hizo para buscar el buque fue descomunal. Nunca se había llevado a cabo un despliegue así en Europa«: helicóptero y barcos de Francia, Gran Bretaña y España rastrearon minuciosamente 320.000 kilómetros cuadrados de aguas comunitarias en busca del pesquero guipuzcoano, durante semanas, sin éxito. A los 20 días del siniestro, aviones seguían sobrevolando la zona donde supuestamente faenaba el barco. Buscaban algo. Lo que fuese. No se podían creer que un barco así pudiese desaparecer sin dejar ningún rastro.

Jaime Tejedor recuerda para NOTICIAS DE GIPUZKOA cómo vivió aquella tragedia, un gran misterio que aún hoy martillea la memoria de varias familias en Pasaia. «Lo que sí te puedo decir es que en la cofradía las viudas del Carreira este año también han recibido el aguinaldo de Navidad. Aquí (en la cofradía) no nos olvidamos; vivan aquí o en otro sitio, se les sigue enviando a casa el aguinaldo a las viudas. Es una tradición que mantenemos y no hay que perder. El hundimiento del Carreira es uno de los acontecimientos que más me marcaron, junto con el del Marero, otro barco pesquero, tres años después», recuerda Tejedor.

Se cree que el Carreira pudo desaparecer entre los días 9 y 10 de enero de 1996. Otro misterio. No hay una fecha concreta. Hace exactamente 25 años. El contacto con ellos en Gipuzkoa se perdió el día 8 por problemas con la radio de largo alcance. Y precisamente el último en hablar con el armador, José Carreira, que capitaneaba el barco, fue el propio Tejedor.

«Por aquel entonces se navegaba con licencia comunitaria y estas se daban para una serie de días. El Carreira salió después de Reyes, sin saber si podría faenar más o menos días. Recuerdo que el día 8, tras hacer unas gestiones con Madrid, yo le dije al armador: Jose, estáte tranquilo, que puedes faenar hasta fin de mes«. Fue la última vez que hablaron con ellos.

Tiempo después, otro barco asturiano que faenaba en la zona reconoció que había hablado con el Carreira por la radio de corto alcance el 9 de enero. Estaban bien. Hasta ahí. Nada más se supo de ellos. Fue unos días después cuando saltó la voz de alarma. ¿Dónde estaban? No se ha encontrado rastro de ellos en 25 años.

«Entonces se hablaba de esos barcos que desaparecen, del Triángulo de las Bermudas». Pero Tejedor lo tiene cada vez más claro. «Al final, después de analizar todo y contrastar con los barcos que lo habían visto previamente, la conclusión que saco es que un gran buque le pegó y le llevó a pique«, afirma: «Esa zona en la que pescaba el Carreira es la zona donde pasan los grandes mercantes del norte de Europa hacia el sur. Son barcos enormes y van con el piloto automático. Es como si una furgoneta chocase contra una caja de cerillas. Ni se darían cuenta. No le veo otra explicación, porque un barco como el Carreira, de otro modo era prácticamente insumergible», asegura.

«Fue un golpe fuerte, terrible, porque al margen del siniestro como tal, hubo una repercusión mediática enorme, ya que nadie había visto nada, siendo un barco como era, nuevo, moderno, para localizar y para todo. A todos nos dejó marcados», recuerda el expresidente de la cofradía.

Precisamente, esa última comunicación con Tejedor, en la que informó al barco de que podían faenar hasta finales de enero, mantuvo la esperanza de las familias de los tripulantes durante un tiempo: «Se aferraban a eso. Contrataron videntes. Cogieron un avión y fueron recorriendo islas por Inglaterra. Estaban totalmente desesperados y se agarraban a lo que sea. Y me acuerdo que decían: están en una isla«.

«El desplieque de medios que se hizo a nivel internacional para encontrar el Carreira no tenía precedentes en Europa. Hasta entonces, normalmente a partir de cuatro días de búsqueda, se presupone que habían muerto y se acababa la búsqueda; sí se activaba un aviso de navegación, una alerta que se mantenía durante un par de meses, por si algún otro barco veía algo, pero esta vez el despliegue fue enorme y se revisaban todos los días los planos de los recorridos que había hecho por la zona», recuerda.

Tres años después

Pasaia seguía consternada por la pérdida del Carreira y sin cumplirse tres años, el 20 de diciembre de 1998, en el Golfo de Bizkaia se hundió otro palangrero de la localidad, el Marero, del que con el tiempo fueron apareciendo más restos.

«El Marero sí era un barco de madera, y tiene su historia. Anteriormente se llamaba Monte Lumensa, y era de Lekeitio; era un buque muy antiguo, lo que pasa es que los armadores que habían comprado el Marero lo reformaron, pero aún así tenía un montón de años, mientras que el Carreira era un barco nuevo, del futuro, equipado con la mejor tecnología».

Tejedor explica algunas diferencias. «Yo he andado en buque de madera y de acero, y son dos conceptos totalmente diferentes; el de madera, si tienes mal tiempo, puedes tener una vía de agua por varias causas. Yo, estando en Azores, tuve una vía de agua por un tornillo que estaba en la cala y se movía e iba gastando la chapa», afirma. O también puede entrarle el bicho a la madera, añade, «pero el acero tiene mucha más vida y consistencia«.

Un funeral con 3.000 asistentes y sin cuerpos para reclamar indemnizaciones

La búsqueda se mantuvo durante semanas. Las familias se aferraban a un clavo ardiendo y tuvo que pasar más de mes y medio hasta que se celebró un funeral multitudinario por los diez tripulantes del Carreira. El 1 de marzo de 1996 unas 3.000 personas asistieron al acto en la vieja lonja de Pasaia, el único lugar que podía albergar tanto dolor. Pero al drama de la desaparición, se le sumaron nuevos problemas. Sin cuerpos, sin rastro, cómo se podía certificar que los diez tripulantes del Carreira habían fallecido. Llegaba el momento de la burocracia, los procedimientos y de chocarse contra una pared para reclamar las indemnizaciones.

Tejedor recuerda bien aquel proceso. Fue quien removió Roma con Santiago para desatascar la situación. «Teníamos una póliza particular para cada tripulante y cuando ocurrió este siniestro nos encontramos con varias cosas, entre otras, que a la persona no se le reconoce que ha muerto y que el que tiene que pagar la póliza no paga, porque no sabe si ha muerto«.

Una tortura psicóloga y angustia añadida para familias con hijos, hipotecas y una falta enorme por la pérdida de un ser querido, recuerda Tejedor. «El seguro nos decía que estaban dispuestos a pagar a las familias mañana mismo, pero que la ley no se lo permitía. Recuerdo que Román Sudupe era diputado general y me llamó y le expliqué; me dijo: vienes y voy a hablar con Antton Marquet (fallecido en 2019), el diputado de Hacienda; y al final, conseguimos que esas pólizas se pagaran. Y becas para los hijos, algo que no se había logrado antes».

«Hubo una ola de solidaridad«, reconoce Tejedor. «Me acuerdo que hasta de la cofradía de Villajoyosa (Alicante) nos enviaron una cantidad que tenían asignada por siniestro. Recibí muchos agradecimientos e incluso me envió una carta personal Manuel Fraga (presidente de la Xunta de Galicia entre 1990 y 2005), porque Carreira es un pueblo gallego y el patrón era de allí».

Ya con el Marero, hundido el diciembre de 1998, lo conseguido en los despachos para aliviar estas situaciones «fue la guinda del pastel», admite Tejedor. «Fue en las fiestas navideñas, y ahí sí conseguí algo que fue un hito en la historia de la jurisprudencia española: se cambió la ley en el Congreso de los Diputados para reconocer a estas personas desaparecidas, no solo en el mar: en la posguerra, por ejemplo, mucha gente moría y no se sabía dónde estaba».

Fuente:noticiasdeguipuzcoa.eus