Valoraciones de auténticos inexpertos.

Los peritos aseguran que el patrón del pesquero ignoró peligros a bordo en los minutos previos al naufragio que evidenciaban la inminente catástrofe.

Las muerte de 21 tripulantes del Villa de Pitanxo era evitable. La catástrofe ocurrida el 15 e febrero del 2022 a 250 millas de San Juan de Terranova (Canadá) no la causó un meteorito caído del cielo que impactó contra el arrastrero de Pesquerías Nores. La tragedia, según exponen todos los peritos en los dos informes oficiales realizados, no solo la provocó la maniobra final temeraria del patrón, Juan Enrique Padín. La negligencia, exponen ambos informes periciales, empezó antes del naufragio por las evidencias a bordo de que la situación se haría insalvable cuanto más tiempo pasase el patrón en su empeño de salvar el aparejo y la pesca capturada sin valorar los riesgos evidentes de naufragio en aguas gélidas y faenando en una zona ubicada en el límite del alcance marcado por los servicios de salvamento para rescatar a las víctimas de naufragios.

Los primeros en afirmarlo fueron los peritos judiciales en su informe, conocido en febrero del 2024 y encargado por el Juzgado Central número 2 de la Audiencia Nacional, que instruye la investigación iniciada para conocer las causas de la tragedia y depurar responsabilidades penales. Los peritos de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim) lo ratifican en el borrador final de su informe, entregado a las partes implicadas para que presenten alegaciones. «Cuando se ordenó el abandono del buque, no había tiempo material para un abandono ordenado. Lo tardío de la orden de abandono también fue causa de que no se pudieran desplegar y arriar correctamente las balsas salvavidas, lo que causó el desgarramiento del fondo de la balsa, haciendo que se inundase».

Pero Padín, añaden los peritos de la Ciaim, no valoró el peligro creciente que se vivía a bordo minutos antes del naufragio y que, de haberlo evaluado correctamente, hubiera evitado la catástrofe que se cobró 21 vidas: «Cuando se ordenó el abandono, las probabilidades de salvarse eran muy reducidas». El escenario a bordo «se iba complicando progresivamente, había problemas en el parque de pesca, la escora iba aumentando, y el buque se iba inundando». Pero pese a las evidencias del riesgo, Padín, concluyen todos los peritos que analizaron las causas de lo ocurrido, optó por desatender los riesgos y proseguir en su intento de salvar el aparejo y las capturas de pesca.

Parada del motor

La declaración en sede judicial del patrón tampoco encaja con las conclusiones oficiales de todos los peritos. Padín sostiene que el motor se paró solo, de repente, sin motivo aparente. La realidad, según los mismos expertos, es el que la máquina dejó de funcionar al entrar en contacto con el agua que ya inundaba el barco, consecuencia de la escora y de que una compuerta estuviera abierta, lo que supone otra negligencia. La Ciaim añade que Padín solo «fue plenamente consciente de la gravedad de la situación cuando el motor propulsor se paró y el buque se quedó sin capacidad de maniobra y sin energía eléctrica y, sobre todo, cuando llegaron al puente los dos engrasadores para dirigirse a la balsa salvavidas; momento en el que informarían al capitán del que el buque estaba totalmente inundado y perdido».

Consecuencia de la tardanza en dar la orden de abandono, añade la Ciaim, «no hubo tiempo para realizar un procedimiento de abandono ordenado según el plano de salvamento del buque». Tampoco hubo tiempo material para que los marineros alcanzasen los puntos donde estaban las balsas con los trajes de inmersión y los chalecos salvavidas puestos: ninguno de los tripulantes que fueron al camarote a buscar el traje de inmersión pudo alcanzar la balsa salvavidas, salvo uno; y de los pocos que pudieron alcanzar la balsa salvavidas solo dos llevaban el traje puesto: el capitán, que lo tenía en el puente; y un marinero, Eduardo Rial, sobrino de Padín.

Una marea sin simulacros de emergencia

La formación en seguridad a bordo del Villa de Pitanxo brillaba por su ausencia, según los peritos de la Ciaim. La conclusión recogida en su borrador sostiene que la empresa Cualtis-Mugatra Slu (que actuaba como servicio de prevención ajeno para el buque) proporcionó evidencias de ejercicios de abandono a bordo del pesquero en febrero del 2020 con la participación de catorce tripulantes. «De ellos, únicamente tres (el capitán, el contramaestre de frío y el ayudante de cocina) estaban a bordo en la marea del accidente. No hay constancia de que el resto de los marineros hubiera participado en ejercicios de abandono en el mes anterior a la última salida del buque, ni tampoco en los tres meses anteriores», sostienen los peritos de la Ciaim. Estos añaden que, a pesar de todo, «el capitán anotó en el diario de navegación del buque la realización de un ejercicio de abandono el día 25 de enero del 2022, a las 12.00 horas en Marín».

Ejercicios

La investigación de la Ciaim pone en duda lo anotado por el patrón al afirmar que existen numerosas evidencias de que en la marea del accidente no se hizo un ejercicio de abandono. Uno de los supervivientes lo desmiente al negar que se hiciesen prácticas algunas, ni de abandono de buque ni de ningún otro tipo en ningún momento. A mayores, uno de los tripulantes conversaba por WhatsApp con una persona de su entorno a la hora que supuestamente se hacía el simulacro que dice Padín, lo que se considera imposible de hacer mientras se pone el traje de supervivencia y el chaleco salvavidas. 

También ese día, un marinero que desembarcó en Marín a las 11.30 horas por dar positivo en covid-19 manifestó que no hicieron ejercicios de abandono, ni le habían asignado traje de inmersión. Un segundo marinero que también desembarcó en Marín ese día las 13.00 horas manifestó que no se realizaron simulacros de ningún tipo, y que no le habían asignado traje de inmersión.

Fuente:lavozdegalicia.es