Bautizada en 1908 por la escritora británica Annett Meakin, este trozo de litoral de apenas un centenar de kilómetros suma más de 600 hundimientos documentados.

Faro de Cabo Vilán, en Camariñas.

Más allá de la ría de Muros y Noia, al norte de Fisterra, surge en Galicia un tramo de costa salvaje y variada. Un pedazo de litoral que alterna tramos rectilíneos de amplios arenales como Carnota, Razo, O Rostro o Baldaio, con acantilados que se elevan de modo brusco y solitario, como los de Cabo Vilán o Roncudo.

En un lugar que responde, desde hace tiempo, al nombre de Costa da Morte, bautizo temeroso de aquellos cientos de barcos que a lo largo del tiempo han encallado en sus bajos guardando sepultura bajo el agua. Historias que han generado un río de leyendas que perdura en la memoria colectiva pero que, en el fondo, comenzaron hace no tanto.

Porque la designación de Costa da Morte, ese centenar de kilómetros de litoral que separa Cabo Roncudo de Cabo Finisterre, surgió en el siglo XX y guarda una historia interesante que se entrelaza con tragedias marinas, leyendas populares y la escritora británica Annett Meakin, pionera en el mundo de los viajes y la literatura.

En 1908, publicó un libro titulado ‘Galicia, the Switzerland of Spain’, en el que relataba sus viajes por la región. Al explorar el litoral gallego, Meakin quedó impresionada por el paisaje agreste, la fuerza del mar y las numerosas historias de naufragios que impregnaban la costa.

En sus descripciones, se refería a este litoral como ‘Coast of Death’ (Costa da Morte), un nombre que reflejaba tanto la belleza peligrosa de la zona como el historial trágico de embarcaciones que habían perecido en sus aguas.

Con el tiempo, la traducción del término al gallego, Costa da Morte, se popularizó instalándose para siempre en el imaginario colectivo. Aunque Meakin no inventó las leyendas de naufragios ni las tragedias asociadas a la costa, sí fue el instrumento capaz de darle un nombre para la eternidad.

Un mar traicionero: la historia de los naufragios

Porque la relación de la Costa da Morte con el océano siempre ha sido complicada y trágica. Sus aguas, a menudo turbulentas y traicioneras, han sido responsables de numerosos naufragios a lo largo de los siglos.

Las estadísticas son estremecedoras: de modo documentado, se eleva por encima de los 600 el número de barcos que han naufragado en este litoral, contribuyendo a hacer de Galicia la región de Europa con mayor número de hundimientos.

Algunos de estos naufragios han quedado grabados en la memoria local por su magnitud y por las vidas que se perdieron en ellos.

  • El desastre del Serpent (1890)

Es el caso del HMS Serpent, un barco de la Marina Real Británica que se hundió en noviembre de 1890 cerca de la localidad de Camariñas. De los 175 tripulantes, solo tres sobrevivieron.

Los cuerpos de los fallecidos fueron enterrados en un cementerio improvisado en la playa de Punta do Boi, conocido hoy como el Cementerio de los Ingleses. Este cementerio se ha convertido en un símbolo del dolor asociado a los naufragios en la Costa da Morte.

  • El hundimiento del Great Liverpool (1846)

Otro naufragio significativo fue el del Great Liverpool, un barco británico que naufragó en 1846 cerca de la costa de Fisterra. Este navío de gran tamaño, en su época uno de los más modernos, sufrió las inclemencias del clima gallego y fue devorado por el Atlántico.

Faro Finisterre.

Cientos de vidas se perdieron en el desastre, que conmocionó a la población local y a la comunidad marítima internacional.

  • El desastre del Trinacria (1893)

El Trinacria, un velero italiano, naufragó frente a las costas de Camariñas en 1893, llevándose la vida de 28 marineros. Este suceso se convirtió en otra de las tristes historias que se sumaban al ya largo registro de tragedias en estas aguas.

La bravura de los habitantes locales, que se arriesgaron a salvar a los pocos supervivientes, quedó registrada en la historia oral de la región.

Más allá de los naufragios, el fin del mundo

Pero la Costa da Morte no solo es conocida por los naufragios, sino también por las leyendas que estos eventos han inspirado. Para los vecinos, el mar no es únicamente una fuente de subsistencia, sino un lugar cargado de simbolismo.

Algo propio de aquellos que habitan en un espacio en el que, de antiguo, se creía localizar el fin del mundo. Esa Fisterra donde el sol muere cada noche, capaz de impregnar leyendas y cultura popular transformando el modo en el que se sufre y se disfruta del Atlántico.

Un océano que se tiñe de láminas rojas y moradas mientras que devora cada atardecer al día en la última puesta de sol de la Europa Continental.

A fin de cuentas, la Costa da Morte no es solo un lugar de impresionantes paisajes naturales, sino también un escenario cargado de historia y tragedia. Desde que Annett Meakin popularizó aquel ‘Coast of Death’ en su reportaje de 1908, la región ha mantenido viva esa reputación que aúna una belleza difícil de igualar con una zona en la que la muerte susurra entre las olas.

Fuente:larazon.es