Grabación de un miembro de la tripulación de las útimas horas del Achille Lauro
El Achille Lauro fue un barco inaugurado después de la II Guerra Mundial (02/12/1947) con el nombre Willem Ruys. A mitad de la década de los 60 fue adquirido por la naviera Lauro que lo transformó en un barco de cruceros modernizándolo por completo.
El episodio más dramático de este barco sucedió el 7 de octubre de 1985 cuando el Achille Lauro fue secuestrado por un grupo de terroristas pertenecientes al Frente por la Liberación de Palestina (FLP). El secuestro se solucionó felizmente días después del acto terrorista. El año 1990 Burt Lancaster protagonizó una película en la que se relataba la historia del secuestro.
Sin embargo el vídeo que publicamos en Cruceroadicto es de 9 años después. El 30 de noviembre un miembro de la tripulación filmó las últimas horas del Achille Lauro cuando se incendió a 120 kilómetros de la costa somalí. El 2 de diciembre el barco se hundía a 5000 metros de profundidad. En esos momentos el buque pertenecía a Star Lauro, que había adquirido a Lauro tras su debacle financiera.
Fuente: cruceroadicto.com
El secuestro del Achille Lauro y la ira de Reagan
Rehenes liberados del ‘Achille Lauro’ regresando a Estados Unidos en aviones militares. Dominio público.
El atentado del navío y el posterior incidente de Sigonella abrieron la peor brecha entre Washington y Roma desde la Segunda Guerra Mundial
Achille Lauro, un secuestro improvisado
El lunes 7 de octubre de 1985, el buque Achille Lauro, el mayor de la flota mercante italiana, surcaba plácidamente el Mediterráneo. De pronto, cuatro de sus pasajeros tomaron rehenes e informaron al capitán de que la nave quedaba en poder del Frente para la Liberación de Palestina (FLP). El secuestro, que duró dos días, crearía el momento de mayor tensión política, diplomática y militar entre Italia y EE.UU. desde la caída de Mussolini.
Los asaltantes retenían a ciudadanos de varias nacionalidades, exigiendo la excarcelación de cincuenta compatriotas detenidos en prisiones israelíes. Advirtieron que el buque volaría por los aires al menor intento de rescate y que, mientras no se satisficiera su demanda, irían matando uno a uno a los rehenes, comenzando por la docena de norteamericanos que había a bordo.
Reagan quería liberar el barco por asalto; Italia y Egipto se opusieron.
Ronald Reagan movilizó de inmediato tanto misiones diplomáticas como, en secreto, contingentes armados. Quería liberar el barco por asalto. Italia y Egipto se opusieron a una resolución violenta del incidente. Con relaciones más amistosas con la OLP que Reagan, buscaban zanjar la situación por las buenas.
El barco atracó en Port Said, Egipto. Una delegación de egipcios y palestinos medió con los secuestradores. Entre sus miembros se contaba Abu Abbas, líder del FLP a favor de Arafat. La comisión informó de que los raptores daban por terminado el suceso si se les proveía de un salvoconducto para ser juzgados por las autoridades de su pueblo.
Reagan objetó. Quería la extradición a EE.UU. o, en su defecto, a Italia. Sin embargo, los captores habían liberado el buque y habían sido conducidos a tierra. Entonces trascendió que el comando había asesinado a sangre fría a uno de los pasajeros estadounidenses. Todo indicaba que tanto el primer ministro italiano, Bettino Craxi, como el presidente egipcio, Hosni Mubarak, estaban al corriente del asesinato cuando permitieron la huida de sus autores.
Duelo en la OTAN
Reagan no estaba dispuesto a que los secuestradores se salieran con la suya, así que apostó fuerte por una maniobra de dudosa legalidad. Ordenó a cuatro cazas que desviaran en el aire, clandestinamente, el vuelo comercial en que viajaban de la capital egipcia a Túnez el cuarteto de raptores junto con dos altos funcionarios palestinos.
Uno de estos era Abbas. A esas alturas Abbas se había revelado, además, como el cerebro detrás del atentado, que en realidad fue fortuito (los terroristas buscaban desembarcar en el puerto israelí de Ashdod hasta que fueron descubiertos). El operativo norteamericano se desarrolló sin incidentes. Atemorizado por las aeronaves militares, el piloto de Egypt Air puso rumbo a donde le fue indicado.
El plan de Reagan era trasladar a los palestinos a su país para juzgarlos allí
El destino era Sigonella, la base de la OTAN en Sicilia. Craxi, socialista con escasa sintonía con el conservador Reagan, sabía de la llegada del avión egipcio y su escolta estadounidense por haberse interceptado sus comunicaciones por radio. Pero ignoraba que la escuadrilla venía integrada por otras dos aeronaves con cincuenta unidades de la Delta Force (la división del Pentágono especializada en el rescate de rehenes) con el plan de detener y trasladar a los palestinos a su país para juzgarlos allí. Esto contravenía el derecho internacional, ya que el Achille Lauro era territorio soberano de Italia, por lo que quedaba bajo su jurisdicción aunque la víctima hubiese sido norteamericana.
El convoy aterrizó en Sigonella pese a que el control aéreo le había denegado pista. Soldados italianos rodearon el Egypt Air, que pronto cercaron también los Delta Force. Estos exigieron entrar en el avión a por los palestinos, antes de ser circundados a su vez por una hilera de carabinieri y refuerzos militares italianos con órdenes de impedirlo.
Los socios de la OTAN se apuntaron entre sí toda la noche mientras Reagan y Craxi discutían. El primero clamaba justicia; el segundo intentaba defender la soberanía nacional, proteger a sus compatriotas de posibles represalias y conservar sus relaciones con los árabes.
El presidente Mubarak recordó también que el Egypt Air era territorio de bandera egipcia, y que cualquier violación de este espacio sería respondida con la fuerza. Reagan finalmente cedió tras arduas negociaciones, que incluyeron un parlamento dentro de la aeronave entre el comandante italiano de la base, un embajador egipcio y un Abbas indignado por el atropello a su inmunidad diplomática como dirigente de la OLP.
Los socios de la OTAN se apuntaron entre sí toda la noche mientras Reagan y Craxi discutían. El primero clamaba justicia; el segundo intentaba defender la soberanía nacional, proteger a sus compatriotas de posibles represalias y conservar sus relaciones con los árabes.
El presidente Mubarak recordó también que el Egypt Air era territorio de bandera egipcia, y que cualquier violación de este espacio sería respondida con la fuerza. Reagan finalmente cedió tras arduas negociaciones, que incluyeron un parlamento dentro de la aeronave entre el comandante italiano de la base, un embajador egipcio y un Abbas indignado por el atropello a su inmunidad diplomática como dirigente de la OLP.
La aprobación americana se debió a la promesa de Craxi de que los terroristas serían puestos a disposición judicial. Así se hizo, aunque sin especificar quiénes lo serían. Los cuatro captores fueron encarcelados, mientras que Abbas y el otro funcionario palestino continuaron vuelo con destino a Roma.
Más leña al fuego
La Casa Blanca temía que el líder del FLP, un pez gordo del terrorismo internacional, se esfumara en el camino. De ahí que, de nuevo, optara por una acción que vulneraba el estado de derecho. Mandó un jet de vigilancia tras el Egypt Air, que, tras volar en secreto por el espacio aéreo italiano, aterrizó “por una emergencia” en la base militar de Ciampino, no ya de la OTAN (es decir, compartida), sino exclusivamente italiana.
Craxi contestó con otra jugada sucia: dejó que Abu Abbas partiera hacia Yugoslavia
Craxi no solo exigió explicaciones a Reagan, sino que contestó con otra jugada sucia. Entre la disyuntiva de cuidar los lazos occidentales o los de la OLP y Egipto (donde Mubarak, presionado por manifestaciones islamistas, llegó a acusar a Estados Unidos de piratería aérea), se inclinó por dejar que Abu Abbas partiera hacia Yugoslavia argumentando motivos legales.
Posdata: “querido Bettino…”
Reagan se enfadó tanto que casi cierra la embajada en Roma. Aunque Craxi fue vitoreado en su país, donde se respiraba por todo esto un acusado antiamericanismo, pagó el desafío con una crisis de gabinete. Su gobierno era de coalición entre el Partido Socialista y el Republicano y pro-EE.UU. Los tres ministros de esta formación dimitieron tras la fuga de Abbas, lo que llevó a la disolución del consejo.
No obstante, de no remediarse la inestabilidad, Craxi tendría que pactar con los comunistas, una alternativa que siempre había evitado. Con tal de que no ocurriera esto, Reagan le pidió disculpas en una carta que comenzaba diciendo: “Querido Bettino…”. Unas palabras de reconciliación que contribuyeron a reequilibrar la política italiana y sellar el mayor enfrentamiento entre Washington y Roma desde el fascismo.
Fuente:lavanguardia.com
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