Un grupo de opositores al régimen portugués se habían apoderado de un trasatlántico y entre los secuestradores figuraban también opositores españoles al régimen de Franco, por lo que el acontecimiento tuvo repercusiones directas.
El año 1961 comenzó con una noticia sensacional. Un grupo de opositores al régimen portugués se habían apoderado de un trasatlántico. Entre los secuestradores figuraban también opositores españoles al régimen de Franco, por lo que el acontecimiento tuvo repercusiones directas en las dos naciones de la Península Ibérica –aunque con mayor incidencia en Portugal–.
Estados Unidos –como potencia dominante– no tardaría en tomar cartas en el asunto. Un suceso que durante un par de semanas polarizó el interés del mundo entero.
Operación Dulcinea
En la madrugada del 22 de enero de 1961, el capitán Henrique Galvao, de 67 años, al frente de un grupo de 24 hombres: 12 portugueses, 11 españoles y un venezolano embarcados en La Guaira y Curazao daba la orden de asalto al trasatlántico Santa María cuando estaba en el mar Caribe rumbo a Miami, con 600 pasajeros y 370 tripulantes a bordo.
Ante el ataque, el tercer oficial del buque empuñó un revólver y se enfrentó a los secuestradores que le mataron e hirieron a otros dos miembros de la tripulación.
Ejecutaron la denominada «Operación Dulcinea», minuciosamente planeada en Venezuela por el autodenominado Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL), una organización que congregaba a exiliados políticos españoles y lusos, como el antifranquista Jorge de Sotomayor, suboficial de la Marina y veterano en el lado gubernamental de la Guerra Civil Española.
El secuestro había logrado su primer objetivo: atraer el interés de la opinión pública sobre las dos persistentes dictaduras de la Península Ibérica. El segundo y tercer objetivo pasaba por un ataque por sorpresa a la isla de Fernando Poo, entonces territorio español en África Ecuatorial, para municionarse y realizar un posterior desembarco en Angola para con el apoyo de las fuerzas rebeldes locales. Sobre todo en Benguela y en Lobito. Constituir en Ruanda, la capital angoleña, un gobierno hostil al régimen del presidente Oliveira Salazar dado que Henrique Galvao estaba convencido que podría derrocarlo a partir de África.
Tras el asalto durante un día, las comunicaciones del buque quedaron deliberadamente interrumpidas para evitar su localización. Se levantaron el día 23 por un cambio forzado de la ruta para desembarcar en Santa Lucía a un herido y a un enfermo graves. Se hizo público lo ocurrido, poniendo en riesgo las otras fases del plan, puesto que su viabilidad dependía del secreto en cuanto la posición y el destino de los rebeldes. Abolida la prohibición de enviar radiogramas, pasajeros y tripulantes pudieron comunicarse con sus respectivas familias.
Se movilizan los aliados de Portugal
Considerada la primera parcela libre del territorio portugués, el trasatlántico fue rebautizado por los secuestradores como Santa Liberdade, nombre que pasó ostentar en letras rojas sobre un letrero colocado en el castillo de proa. En Lisboa apenas sonaron las primeras señales de alarma se creó un gabinete de emergencia para gestionar la crisis. Lisboa no perdió el tiempo, apelando a sus aliados a través de las vías diplomáticas, denunciando el acto de piratería y conminándoles para que empeñasen sus propios medios, aeronavales en la búsqueda y detención del buque.
Consecuentemente, Estados Unidos ordenó zarpar de su base en Puerto Rico a dos destructores: los USSDD, el Wilson y el Damato. Así como a la fragata USS Hermitage, a los que luego se añadieron el submarino nuclear sea Wolf y dos destructores más provenientes de Costa de Marfil, así como varios aviones del Grupo de reconocimiento aéreo de la US Navy con base en Barbados.
En Londres, el almirantazgo envió a la zona de búsqueda a la fragata HMS Rothesay. Por el lado español, Franco instruyó a las fuerzas destacadas en Canarias y en Guinea Ecuatorial para coordinarse con las autoridades portuguesas, alistando al efecto al crucero Canarias. Por el contrario, Francia y Holanda declinaron intervenir.
Se trataba de una verdadera caza del pirata. Entretanto, en un radiomensaje enviado a Nueva York a las 13.38 horas del 24 de enero a través de la NBC, Galvao dio a conocer las razones políticas de su asalto hablando en nombre del Consejo Nacional independiente de Liberación, presidido por el General Humberto Delgado, presentándole como Presidente de la República Portuguesa. Afirmaba haber Secuestrado el barco para iniciar hostilidades contra el Gobierno de Salazar, al que calificaba de tiránico, pidiendo la vuelta a la democracia.
Finalmente, prometía desembarcar a los pasajeros en el primer puerto neutral que garantizase la seguridad de sus hombres y del navío en que navegaban. Las palabras de Galvao buscaban eco en la recién elegida Administración Kennedy, mientras Londres, por vía de las presiones de los diputados laboristas abandonó la persecución haciendo que regresara a su fragata.
Operación Galvánex
El trasatlántico Santa María fue localizado el día 25 por un Neptune de la Armada norteamericana a 700 millas náuticas de la localidad brasileña de Belém Do Pará. Instando el comandante de la aeronave, el teniente Daniel Krauss, a Galvao a desembarcar los rehenes en Puerto Rico, éste le dio a entender que el Santa María había puesto rumbo a Angola. Era una estrategia para ganar tiempo y que tomase posesión el 31 de enero el recién elegido Presidente de Brasil, Janio Quadros. Amigo personal y apoyo político de Galvao lo que le garantizaría el Estatuto de exiliado en Brasil.
Debido precisamente a los rumores que daban a Angola como destino más probable del trasatlántico, el Consejo Superior de Defensa Nacional, reunido el 26 de enero bajo la presidencia del propio Oliveira Salazar, mandó organizar con carácter urgente, una fuerza naval destinada a interceptar al Santa María en el área del Archipiélago de Cabo Verde. Para el mando de la operación –a la que se le atribuyó el nombre en clave de Galvánex– fue designado el almirante Laurindo dos Santos, su jefe adjunto del Estado Mayor de la Armada.
Esa misma noche, el capitán de navío Francisco Ferrer Caeiro, jefe del Estado Mayor de la primera región aérea, es informado por Joao Alburquerque Freitas, jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea portuguesa; de que ha sido elegido para dirigir el componente aéreo de la Operación Galvánex. Queda de inmediato bajo las órdenes del contralmirante Dos Santos, en compañía del cual partirá esa misma noche hacia la ciudad de La Sal desde la base aérea de Montijo.
Conforme a lo previsto, en la madrugada del 27 de enero desde la misma despegan los primeros dos P2 V 5 Neptune de la escuadra de reconocimiento marítimo y lucha antisubmarina. El 28 le sigue otro avión y el 31, otro más. Si bien los preparativos llevados a cabo por los equipos de mantenimiento revelaron en Montijo que algo importante se estaba preparando.
Movilizados sin previo aviso
Lo cierto es que los militares envueltos en la Operación Galvánex se vieron movilizados al final de un día normal de trabajo, la mayoría partió con lo puesto y algunos objetos personales. También iban sin dinero, aunque la situación mejoró cuando próximos al aterrizaje fueron distribuidos algunos escudos como ayuda, según revela el capitán Eugenio Matos Ferreira.
Quienes vivían en las proximidades de la base pudieron hacer una maleta con ropa para algunos días: fue el caso del comandante José Pinto Soares Correia. En la época segundo jefe piloto al que se le encomendó una tarea muy especial con el segundo sargento Jacinto Pereira llevaban los códigos para los mensajes transmitidos. Al llegar al aeropuerto, se encontraron con la carencia de alojamientos que se agravó con las posteriores llegadas de más tripulaciones lusas y estadounidenses de aviones militaresNeptune, Skymaster y Super Constellation.
Los oficiales portugueses se vieron obligados a colocar los colchones en el bar del hotel, cediendo las habitaciones a los oficiales estadounidenses. También retiraron las butacas del aeropuerto. Por otro lado, las casas particulares de algunos funcionarios del aeropuerto abrieron sus puertas para alojar compatriotas
Competía a la Fuerza Aérea portuguesa durante la Operación Galvanex actuar en coordinación con los medios de la Marina portuguesa que habían enviado al área de Cabo Verde. En este contexto, tras una eventual localización del Santa María por los aviones, los buques serían conducidos hasta el mismo, procediendo a interceptarlo y a detenerlo. Si ello no fuera posible, los P2 V 5 harían uso de los cohetes que montaban.
Además, de la fragata Pedro Escobar, que ya había puesto proa al archipiélago cuando los primeros Neptune despegaban de Montijo, la Marina portuguesa disponía en la zona de otras dos fragatas, alistándose el mando naval de Angola para prevenir una hipotética tentativa de desembarco en Santo Tomé o en la costa angoleña. Utilizó la fragata Pacheco Pereira en defensa del litoral de Cabinda, mientras que el Patrullero San Vicente permanecía en Luanda pronto acudir donde fuera necesario.
A su vez, el patrullero Santo Tomé seguía en el archipiélago homónimo, donde previamente fuera situado el 28 de enero. Visto que era más aconsejable que el comandante Ferrer Caeiro. Cuando el Santa María fuese localizado volase a bordo de uno de los P2 5, asegurando así una coordinación superficie- aire con más eficaz. El aeropuerto La Sal, ahora bajo control absoluto de la Fuerza Aérea portuguesa a pesar de las protestas iniciales del director civil.
La seguridad física del centro la garantizaban pelotones de tropas paracaidistas que embarcaron antes del día 27 para prevenir una eventual insurrección en el archipiélago. Estos militares estaban acuartelados en una dependencia del aeropuerto, desde luego fue improvisado un puesto de Guardia y una prisión. El pañol de municiones se estableció en un barracón próximo, por lo que hace a la orgánica del Centro de Operaciones Aéreas. A Ferrer Caeiro le fue asignada la responsabilidad de las operaciones. Por su parte, el mayor Faria Blanc, Segundo en la jerarquía, asumió la disciplina y la logística en cuanto a la operativa de las aeronaves, recayó En el mayor Vihena.
La Administración Kennedy había empezado sus propias negociaciones a través del almirante Robert L. Dennison, comandante de la escuadra estadounidense del Atlántico, que temía una eventual orden de Salazar de atacar el barco en el que había pasajeros estadounidenses. El comandante Ferrer Caeiro había delineado una estrategia para impedir que el trasatlántico alcanzase Santo Tomé y sobre todo, Angola o cualquier país de la costa occidental de África.
Contemplando el envío de medios aéreos a Santo Tomé para establecer una barrera de 360 millas náuticas alrededor de la costa de Angola. Todo se detuvo cuando llegó desde Lisboa una comunicación del general Alburquerque de Freitas Informando que el Santa María iba a ser entregado pocas horas más tarde al Gobierno portugués. En realidad, el trasatlántico fue rendido por Galvao a las autoridades brasileñas, que algunos días después lo puso en manos de su legítimo propietario, la empresa Compañía Colonial de navegación.
Paralelamente a esto, el 4 y el 5 de febrero, nacionalistas angoleños lanzaron ataques a cárceles y comisarías de policía en un intento frustrado de liberar a los presos políticos, aprovechando la presencia en Luanda de periodistas extranjeros llegados allí con la esperanza de ver aparecer el Santa María en el horizonte. Este hecho no tuvo conexión con el secuestro, tratándose de una mera coincidencia. Unos días antes, el 2 de febrero, ya habían sido desembarcados en el puerto de Recife pasajeros y tripulantes del buque, bajo la atenta mirada de los destructores Wilson, Donato y Gearing.
Fue el corolario de las conversaciones mantenidas en la mañana del 31 de enero a bordo del Santa María. En aguas internacionales a 50 millas de la costa de Recife, entre Henrique Galvao y el contralmirante Allen Smith, en representación del Gobierno de los Estados Unidos, con el desenlace de la epopeya del transatlántico, la Operación Galvánex se aproximaba su término. A finales de la primera semana de febrero, la mayoría de los tripulantes destacados en la isla de La Sal ya estaban de regreso en la base de Montijo, con excepción de algunos retenidos por averías en un motor pero el 17 de febrero ya estaban todos en casa y Salazar seguía en el palacio presidencial de Lisboa.
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