Tener al alcance de la mano -y de los ojos- un ejemplar del TBO, allá por los cada vez más lejanos años 50,era una verdadera delicia de 15 céntimos de peseta. Eran tiempos, aquellos, de «prestar» y «cambiar»: tú, si tenías «posibles», comprabas el TBO. Una vez leído y releído, lo cambiabas a un amigo o tenías la opción de prestarlo a cambio de otro. Incluso podías ir a la tienda de Roque -por ejemplo-, dejabas en esta tu ejemplar y, por un módico precio -¡Dios, qué valor tenían aquellas monedas de 10 céntimos, también llamadas «patacón» o «perra gorda» (había «perra chica», que era la de cinco céntimos)- te llevabas a casa un TBO que no hubieras leído.
Aquel veterano TBO contenía, entre otras, una página dedicada a los Inventos del TBO en la que te podías encontrar desde lo más sutil a lo más burdo, pero siempre con visos de convertirse en realidad. Y España, país prolífico en inventos del tres al cuarto -al lado de otros de importancia extraordinaria- se regodeaba con los publicados en el «TBO» hasta el punto de haber convertido en casi oficial el dicho «Sí, el invento del TBO» cuando intentabas «colar» una trola de las de muy señor mío, frase también perdida para los que actualmente tienen menos de 50 años.
Un armador y patrón de pesca de Ribeira, se dice que harto de ver cómo se muere la gente en la mar, ha ideado un muñeco dotado de un sistema similar a la radiobaliza, con GPS y no sé cuántos otros artilugios, que, según el inventor, puede salvar vidas humanas en la mar en casos de naufragio porque el muñeco se zafaría -no sé si automáticamente o por la acción de algún miembro de la tripulación del barco en peligro- y su deriva (perfectamente señalizada gracias al GPS) permitiría la localización del barco y de quienes lo hubieran abandonado.
Cree uno que hay que ser hombre de fe para sostener la tesis del patrón-armador ribeirense y llama la atención que -siempre según el interesado- sean varias las compañías interesadas en patentar su descubrimiento.
Si el muñeco no sustituye a la radiobaliza, si esta emite una señal constante, si esta señal de la radiobaliza es captada por todos los sistemas y subsistemas existentes a efectos radiomarítimos y satelitales; si se confía en el Sistema Mundial de Socorro; si un barco en peligro activa los mecanismos de que dispone para que se acuda en su auxilio; si la Dirección General de la Marina Mercante obliga a todo cuanto barco existe a sintonizar permanentemente los canales de socorro… ¿cuál es el papel de ese muñeco marino que el patrón-armador que no pudo o no supo salvar su barco de un naufragio en el que perdieron la vida cinco de sus tripulantes quiere «vender» -y está en su derecho- al mundo de la mar como un medio seguro de salvar vidas?
El susodicho muñeco me trae a la memoria otro invento que un funcionario de la Generalitat de Cataluña, estudiante de ingeniería industrial afincado en Girona, daba a conocer hace unos años con el propósito de «revolucionar» los sistemas tradicionales de salvamento marítimo mediante el empleo de un dispositivo salvavidas con lanzador, es decir, un salvavidas de propulsión, compacto, cilíndrico, autoinflable, de reducido tamaño y peso, recargable y reutilizable, que utilizaría gases de fogueo como propulsión y que incorporaba un sistema de cálculo instantáneo que, según su inventor, «permite lanzamientos parabólicos prácticamente perfectos».
Fuente: laopinioncoruna.es
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