En las serenas aguas que bordean las costas de Guyana, una pequeña nación de Sudamérica, los días tranquilos del pasado parecen haberse desvanecido. Ahora, las costas están plagadas de un bullicio incesante de buques petroleros, una armada moderna rebosante de crudo que espera su turno para zarpar hacia destinos internacionales. Este espectáculo marítimo, más propio de las grandes potencias energéticas, es el reflejo del auge vertiginoso de Guyana, un país que, hasta hace poco, era un rincón casi olvidado del Caribe y que ahora tiene grandes problemas para gestionar la cantidad de petroleros que se mueven de un lado para otro en las orillas de su costa. Gestionar un tesoro tan grande (petróleo) con una población y recursos escasos se está convirtiendo en una misión complicada y peligrosa. Por ello, el Gobierno de Guyana está empezando a tomar medidas para incrementar la seguridad de sus costas y gestión de una manera más eficiente el trasiego de grandes buques petroleros.

En 2015, el anuncio de ExxonMobil sobre un descubrimiento masivo en el bloque Stabroek marcó el inicio de una nueva era para este país de apenas 800.000 habitantes. Ahora, una década después, Guyana no solo produce más petróleo por habitante que naciones como Kuwait o Arabia Saudí, sino que su crecimiento económico ha asombrado al mundo. Con 640.000 barriles diarios en producción, el crudo fluye como el nuevo río vital que alimenta su economía.

Gestionar el caos marítimo del petróleo

La euforia petrolera, sin embargo, no está exenta de desafíos. Las aguas del río Demerara y del Berbice, arterias comerciales vitales, se han convertido en un tablero de maniobras para un tráfico creciente de buques petroleros y de suministro. Este auge, aunque prometedor, ha sacado a la luz un viejo problema: los restos de embarcaciones hundidas que durante décadas obstaculizaron el acceso a los puertos. Según Bloomberg, desde 2023 se han limpiado los restos de 14 acciones de estos buques, y aún quedan otros tres que se van a limpiar próximamente. «Es crucial garantizar que las rutas estén despejadas y los canales sean seguros para el volumen de tráfico que estamos manejando«, explica Stephen Thomas, director de la Administración Marítima, en una reciente rueda de prensa en Georgetown.

El esfuerzo por limpiar estos restos producto del fuerte boom del crudo también responde a una necesidad de modernización. Los canales se están ensanchando y profundizando para facilitar el paso de los gigantescos petroleros que transportan las esperanzas y los desafíos de esta joven nación. Mapas náuticos actualizados, cables submarinos protegidos y una vigilancia más estricta son parte del nuevo escenario marítimo de Guyana.

Más allá del caos marítimo, la revolución petrolera de Guyana ha generado un crecimiento económico sin precedentes. En menos de cinco años, su PIB se ha triplicado, posicionándose como una de las economías de más rápido crecimiento en el mundo, según el FMI. Sin embargo, este avance viene acompañado de un desafío mayor: evitar los efectos del «mal holandés», que tantas veces ha convertido la riqueza petrolera en un veneno para las naciones en desarrollo.

Ivan Duque, expresidente de Colombia, señalaba recientemente que Guyana tiene el potencial de superar a muchas economías más grandes, pero advirtió sobre la necesidad de diversificar su economía y fortalecer políticas de inmigración que permitan atraer la fuerza laboral necesaria para sostener este crecimiento. Los ingresos del petróleo están siendo canalizados hacia infraestructuras, educación y diversificación económica, pero las tensiones políticas y sociales aún laten bajo la superficie. Sin atraer a fuerza laboral extranjera, será muy complicado realizar las obras en infraestructuras necesarias para que el petróleo siga fluyendo sin riesgo y con eficiencia.

A pesar de estos desafíos, la bonanza ha encendido el optimismo. En Georgetown, el horizonte urbano cambia cada día: rascacielos en construcción, restaurantes llenos y un mercado inmobiliario al rojo vivo. Sin embargo, las críticas no tardan en emerger. Muchos señalan que una porción significativa de las ganancias petroleras se queda en manos de las compañías internacionales. Además, los riesgos ambientales persisten, poniendo en jaque los frágiles ecosistemas marinos que alguna vez fueron el alma de esta región.

El mercado energético mira a Guyana

A nivel internacional, Guyana se ha convertido en el foco de interés de potencias como Estados Unidos, India y China. Mientras tanto, las tensiones fronterizas con Venezuela, que reclama parte del territorio donde se encuentran los yacimientos, añaden una dimensión geopolítica compleja a este nuevo protagonismo global.

El relato de Guyana está marcado por una paradoja: por un lado, la riqueza petrolera representa una oportunidad histórica para superar décadas de pobreza, pero por otro, esta misma riqueza trae consigo el peso de gestionar expectativas, conflictos y un entorno natural amenazado.

relato de Guyana está marcado por una paradoja: por un lado, la riqueza petrolera representa una oportunidad histórica para superar décadas de pobreza, pero por otro, esta misma riqueza trae consigo el peso de gestionar expectativas, conflictos y un entorno natural amenazado.

Desde las FPSO (unidades flotantes de producción, almacenamiento y descarga) que trabajan incansablemente en las profundidades del Atlántico hasta los debates en los despachos del gobierno en Georgetown, Guyana vive una transformación inédita. Su camino hacia el millón de barriles diarios en producción no solo la consolida como una potencia petrolera emergente, sino que también la coloca bajo la lupa mundial.

Como las aguas que bañan sus costas, el futuro de Guyana es dinámico e incierto. La acumulación de buques en sus costas es más que una imagen del presente;
es un símbolo de las oportunidades y desafíos que esta joven nación
enfrenta. ¿Podrá este pequeño gigante convertir su riqueza en un legado
duradero como ha hecho Noruega? O, por el contrario, terminará siendo una historia de fracaso como la de su vecina Venezuela. La respuesta yace en cómo maneje la danza entre la prosperidad y la prudencia.

Fuente:eleconomista.es