Es evidente que el marino está a bordo realizando un trabajo y que cuando llega a puerto se establece ante todo una relación profesional entre la tripulación y el personal de tierra, pero también es cierto que el marino, cada vez que entra en puerto, siente como si se reincorporara a la sociedad, deseando sentir un poco de calor humano, más allá de los límites de la tripulación.

Hace muchos años, una tarde del día 24 de diciembre, estábamos atracados en el muelle del puerto de Longview a orillas del río Columbia, en la costa pacífica de Estados Unidos.

Habíamos llegado dos días antes con el objeto de cargar cereal con destino a Filipinas.

El día 23 salimos a pasear por esa pequeña ciudad. Había estado nevando y todo estaba cubierto de nieve, incluso nuestro barco. Eso no fue obstáculo para inspeccionar los alrededores y hacer compras: un árbol de Navidad, luces, guirnaldas, etc., para adornar el barco. En un pequeño bar, bien caldeado, nos habíamos informado de que habría una fiesta de Navidad.

Así pues, pensamos: el día 24 tendremos una cena festiva a bordo (a la hora habitual, es decir las 6 de la tarde) y luego saldremos a buscar un poco de ambiente navideño en la pequeña Longview.

Sin embargo, y sin previo aviso, el día 24, a primera hora de la tarde, embarcó un práctico, diciendo que por orden de los fletadores debíamos a dejar el muelle y fondear en medio del río para regresar el día 27.

El enojo de todo el mundo fue colosal. Nos sentimos tratados como mercancía, con una ausencia total de consideración humana.

Una vez fondeados, ya anochecido, veíamos a lo lejos las luces de una ciudad, de una comunidad, que se preparaba a celebrar la Navidad y para la que nosotros, en plena oscuridad, éramos unos extraños. Estábamos muy cerca y a la vez ¡tan lejos!

Debo decir que luego, aceptada la situación, celebramos una gran cena, a la que siguió una fiesta que duró hasta la medianoche. Posiblemente, si hubiéramos salido a la ciudad, nos habríamos dispersado y no nos habría sido fácil integrarnos, pues en ese día y en un lugar pequeño y nevado, la mayor parte de la gente permanecería en sus hogares.

Pero eso no impide que nos sintiéramos marginados. Dolía especialmente el hecho en sí, lo que significaba una ausencia de sensibilidad hacia nosotros como personas.

He pasado otras navidades en alta mar y nunca tuve esa sensación, pues en esos casos estábamos lejos de tierra, de cualquier otra comunidad y, por supuesto, de nuestras familias.

Con todo, allí en Longview, el día 27, atracados nuevamente al muelle, un grupo de matrimonios de una parroquia próxima al puerto, quisieron mostrarse acogedores con nosotros, nos vinieron a buscar y nos invitaron a sus casas a cenar y compartir el ambiente navideño. Fue una experiencia que nunca olvidaré.

¿Qué es realmente lo que más se valora en estos casos? Los gestos, tanto los que nos hacen sentir acogidos, como los que nos hacen sentir ignorados.

Es evidente que el marino está a bordo realizando un trabajo y que cuando llega a puerto se establece ante todo una relación profesional entre la tripulación y el personal de tierra, pero también es cierto que el marino, cada vez que entra en puerto, siente como si se reincorporara a la sociedad, deseando sentir un poco de calor humano, más allá de los límites de la tripulación.

En el puerto de Barcelona, todos los años, en estas fechas, Stella Maris se esfuerza especialmente en ser acogedor, sabiendo que lo importante no es tanto ofrecer nada en concreto sino el hacer sentir a las tripulaciones que son importantes como personas y que se les tiene en cuenta.

Como detalle, llevamos a bordo unos pequeños y sencillos pesebres, así como algún turrón y a los que lo desean les ofrecemos el día 24 la posibilidad de participar de una pequeña celebración navideña en nuestro centro.

¡Cómo lo agradecen los tripulantes!  Cristianos y no cristianos, todos desean sentirse un poco participes de una fiesta que es por encima de todo un símbolo de paz y de amor.

Una sonrisa, un apretón de manos, unas palabras de felicitación…tienen un gran valor.

¡Feliz Navidad y un Buen Año 2025 para todos!

Fuente:diariorelcanal.com