Una ballena azul cerca de un gran barco cerca del puerto de Colombo, Sri Lanka.

Tras cruzar los datos del tráfico marítimo mundial y los hábitats de las ballenas, un equipo de investigadores revela nuevos datos preocupantes sobre el riesgo de colisión con barcos y la amenaza para varias especies en peligro crítico de extinción.

Los miles de barcos que circulan cada día de un lugar a otro del océano están acorralando a las ballenas hasta el punto de que solo el 8% de sus hábitats están a salvo del tráfico marítimo. Son las conclusiones de un trabajo publicado este jueves en la revista Science por el equipo de Anna Nisi en el que, tras cruzar los datos del tráfico marítimo mundial y los hábitats de las ballenas, han hallado que el transporte marítimo mundial se superpone con el 92% de los hábitats de los cetáceos.

La industria del transporte marítimo mundial se ha convertido en una fuente preocupante de mortalidad de ballenas en todo el mundo y las colisiones con barcos contribuyen a tasas de mortalidad insostenibles para varias poblaciones, incluidas especies al borde de la extinción.

“Existen puntos críticos de riesgo en todos los océanos, excepto en el océano Austral”, explica Nisi a elDiario.es. “Nuestro análisis muestra que las ballenas están expuestas a una enorme cantidad de tráfico marítimo, lo que genera un riesgo generalizado de colisiones entre ballenas y barcos. Al mismo tiempo, las protecciones actuales son limitadas: menos del 7% de las áreas más peligrosas contienen algún tipo de medida de gestión diseñada para reducir el riesgo de colisión”.

Un riesgo global

Para este trabajo, Nisi y su equipo han combinado las ubicaciones de las ballenas (unas 435.000 observaciones para cuatro especies de distribución global a partir de cientos de conjuntos de datos) con información del sistema de identificación automática (AIS) de casi 176.000 grandes buques para identificar puntos críticos de colisión con barcos para ballenas azules, jorobadas, rorcuales y cachalotes.

Existen puntos críticos de riesgo en todos los océanos, excepto en el océano Austral. Menos del 7% de las áreas más peligrosas contienen algún tipo de medida para reducir el riesgo de colisión.

“Algunas áreas de riesgo particularmente notables incluyen la costa oeste de América del Norte, varias regiones a lo largo de las costas de América del Sur, el Mediterráneo, las Azores, la costa del sur de África, el norte del océano Índico, las costas australianas y la costa del este de Asia”, explica Nisi.

Mapa de las rutas de las ballenas (izquierda) y mapa del tráfico de barcos (derecha).

Además de revelar que el tráfico marítimo está achicando el espacio natural de los cetáceos, los autores demuestran que solo un pequeño esfuerzo a la hora de ampliar las medidas de mitigación de colisiones con barcos, como la implementación de zonas de reducción de velocidad de los buques, sería muy efectivo: reducir esta circulación en solo el 2,6% del océano podría reducir significativamente las colisiones fatales en todas las áreas de alto riesgo.

Mapa con las zonas calientes donde se solapa el paso de ballenas y barcos.

“Hay algunas intervenciones simples y efectivas que pueden reducir el riesgo, incluida la reducción de la velocidad de los barcos y el cambio de rutas de los mismos para evitar áreas importantes para las ballenas”, indica la autora principal. “Por lo tanto, nuestro análisis indica que estas medidas deberían ampliarse para proteger mejor a las ballenas. La buena noticia es que muchas compañías navieras están ansiosas por participar en este tipo de programas”.

Se estima que en la actualidad más de 100.000 barcos cargueros de gran tamaño circulan por los océanos y para 2050 se espera un aumento del 1.200%. “Varias líneas de evidencia indican que los registros existentes de colisiones con barcos representan la punta del iceberg de los daños actuales y futuros de la industria naviera a la biodiversidad marina”, señalaban el investigador David Sims y sus compañeros en un reciente artículo de análisis en la revista Nature.

Los nuevos “balleneros”

Natacha Aguilar, bióloga marina en el Centro Oceanográfico de Canarias (IEO/CSIC) que trabaja en el estudio de cetáceos, recuerda que en algunas zonas del mundo se estima que la mortandad por colisión de grandes ballenas excede con creces los números legalmente permitidos por impactos humanos, y que esta mortandad está impidiendo la recuperación de muchas poblaciones aún cuando ya no son objeto de caza ballenera.

“Igual que se regula el tráfico terrestre en zonas donde habitan especies protegidas, como el lince, debemos hacer lo mismo en el mar”, señala Aguilar. “Debemos demostrar que podemos evitar absurdas muertes de ballenas aumentando la responsabilidad y capacidad organizativa de los seres humanos”.

Debemos demostrar que podemos evitar absurdas muertes de ballenas aumentando la responsabilidad y capacidad organizativa de los seres humanos.

“La muerte por colisión grandes cetáceos es una causa reconocida como muy importante y significativa en distintos puntos del planeta, coincidente con rutas de intenso tráfico marítimo”, asegura Antonio Fernández, catedrático de patología veterinaria de la Universidad Las Palmas (IUSA-ULPGC). Sin embargo, señala, existe un sesgo o déficit de información en relación a otras causas de muerte de ballenas. “En la mayoría de los casos, cuando aparecen muertas flotando o en las playas, no se realizan necropsias adecuadas por especialistas (patólogos veterinarios) para la determinación correcta de la causa de su muerte, lo que es un sesgo en la conclusión de los resultados de este trabajo, aunque para nada minimiza la importancia de la muerte por colisiones de estos grandes mamíferos y su impacto poblacional”.

El caso de Canarias

Natacha Aguilar subraya que una de las especies mencionadas, el cachalote, tiene precisamente un punto caliente de colisiones en España. “En Canarias se ha reducido a la mitad la abundancia de cachalotes en tan solo una década, llevándolos al borde de la extinción local”, apunta. A su juicio, reducir las colisiones es un deber para proteger a la macrofauna marina; hay mortandad de cetáceos, tiburones, tortugas y otras especies. “Requiere una combinación de medidas formativas, tecnológicas, operativas y de concienciación”, asegura.

Cuerpo de un cachalote muerto por colisión en Canarias.

Gracias a los análisis forenses que Antonio Fernández y su equipo de la ULPGC realizan, en Canarias sí existe la identificación de muerte de los cetáceos. “Aquí tenemos una tasa de mortalidad por colisión de 1,8 cachalote por año (en los últimos 25 años), si bien, en los dos últimos años (2023-2024) solamente ha muerto un cachalote por colisión”, afirma. “En Canarias algunas navieras están implementando medidas de mitigación. Es fundamental tener referencias de cuándo y dónde están estos cetáceos a lo largo del año para proveer a los barcos de esta información”.

En Canarias algunas navieras están implementando medidas de mitigación. Es fundamental tener referencias de cuándo y dónde están estos cetáceos a lo largo del año para proveer a los barcos de esta información

Antonio Fernández— Catedrático de patología veterinaria de la Universidad Las Palmas (IUSA-ULPGC)

Aguilar reconoce que en Canarias se están desarrollando proyectos tecnológicos para mejorar la detectabilidad de los grandes cetáceos vía detección térmica, con la colaboración de las navieras rápidas. “También han organizado que impartamos clases sobre prevención de colisiones a sus tripulaciones de puente”, afirma. “Pero esto debería ser obligatorio para todas las navieras que transiten por hábitats de cetáceos, a nivel mundial”. En su opinión, hace falta más, como medidas dinámicas de cambios de rutas y de velocidad. “La velocidad mata, pero también es necesario que la sociedad esté informada de que comprar todo Made in China [y alimentar este sistema de tráfico marítimo intenso], mata ballenas”.

Fuente:eldiario.es