Las leyendas sobre el barco hundido son infinitas, sin embargo, muchas de ellas solo están basadas en la imaginación del que las inventó
Pocas leyendas habrá en el siglo XX más grandes que la del «RMS Titanic«. Todo el mundo ha escuchado hablar alguna vez del gran barco «insumergible», que, por contra, no tardó en reposar en el fondo del océano. Ha pasado más de un siglo del hito y su mito sigue paseando por nuestros tiempos. Buena culpa de ello, como suele ser costumbre, la tiene Hollywood con aquella cinta de James Cameron que arrasó en taquilla. Para muchos, la película quedó como una Biblia para «expertos» (de aquella manera) del «Titanic», sin embargo, las mentiras que han ido perpetrándose en el tiempo y convirtiéndose en una falsa realidad.
Eso sí, hay una gran verdad que es reseñable: la banda siguió tocando hasta el final. Fueron muchos los supervivientes que así lo afirmaron. Tocaron su repertorio y más.
¿Insumergible?
El primer punto a desmentir es evidente: nunca fue «insumergible», como demostró la propia historia. Así lo reconocían muchos de los personajes del filme estrenado en 1997. «Es imposible de hundir». Pero una vez más los acontecimientos nos demuestran que eso parece más un eslogan (moderno) que otra cosa. Como afirmó el profesor de sociología cultural del KIng’s College de Londre, Richard Howell, eso no se pensaba ni entonces. Su tesis señala que ese calificativo no se empezó a emplear hasta después de la tragedia. Ni siquiera la White Star Line empleó el término en la promoción del crucero.
¿Qué vida puede tener una criatura a la que no se le bautiza como Dios manda? Pues poca y mala… Eso es lo que nos ha contado el mito: que el «Titanic» se fue a pique, entre otras, porque la botella de champán no se rompió contra el casco. Un error de cálculo dejó en ridículo la parafernalia de la botadura… En parte, la historia es cierta, el espumoso no regó el acero, pero no fue por un fallo técnico, sino porque White Star no montaba el numerito… Y así le fue, tanto el «Titanic» como su «hermano», el «HMHS Britanic», se hundieron.
¿Un choque?
Aparentemente, el dichoso iceberg no supuso un problema de primeras. Los oficiales del navío entendieron que el roce lateral, nada de choques frontales, no supondría contratiempo alguno y que podrían amarrar en puerto como uno más. William McMaster Murdoch, el primer oficial, vio en la oscuridad unas luces que pensó que eran de otro barco, aunque lo que en realidad tenía ante sí era un «gran cubito de hielo» que le haría pasar a la historia. Luego, la maniobra, dicen, fue la adecuada: virar a estribor y dar marcha atrás para salvar el obstáculo. Es posible que esto les diera unas horas más de flotabilidad.
No fue tan famoso
La historia nos ha contado que todo el mundo quedó paralizado por el accidente en alta mar. Pero no. Estamos hablando de 1912 y las redes sociales y la inmediatez ni estaban ni se las esperaba. Mucho menos los directos en los que cubrir al minuto cada milla conquistada por el «Titanic». A España, la noticia tardó en llegar cuatro días y el resto de medios internacionales encontraron importantes dificultades para dar con la información, como era norma en la época.
Nadie cerró nada
DiCaprio nos enseñó las penurias entre tercera y primera clase. Mirar por el hombro a los «pobrecitos» parecía una obligación si nos ceñimos a la cinta. Otra cosa es lo vivido a bordo, donde la Fundación Titanic no se cansa de explicar que las verjas solo se cerraban a su llegada a puerto y subían médicos para las inspecciones sanitarias.
Salvavidas insuficientes
Nos ha llegado que, por ahorrar costes, apenas había cuatro botes salvavidas mal contados. Sin embargo, había más de los exigidos. Era el peso del barco y no el número de pasajeros lo que determinaba el número de botes extra; y en esas, el «Titanic» debía llevar asientos de emergencia para 1.060 personas y disponía de hasta 1.178.
Fuente:larazon.es
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