Las compras tras la salida de la pandemia y el auge del alquiler impulsaron el mercado de embarcaciones en Cataluña, que ahora se está estabilizando
En 1941, la Federación Escandinava de Vela convocó un concurso para encontrar el diseño perfecto de un barco de vela: que fuese fácil de construir, asequible, apto para las regatas y para el ocio. El resultado fue el Folkboat (“barco del pueblo”), una embarcación con la que se pretendió hacer llegar la navegación a todos los públicos. Democratizar la náutica y hacer que la gente le coja el gusto al mar es uno de los objetivos de los organizadores de la Copa del América que se celebra estos meses en Barcelona, pero en España y en Cataluña la percepción siempre ha sido que es una afición elitista.
En nuestros mares, que hasta hace bien poco eran un lugar de trabajo en el que el ocio marítimo estaba reducido a una minoría, la navegación de recreo vivió su mejor momento antes de la crisis financiera, y solo ahora, después de la pandemia, ha recuperado músculo. Crece el interés, como lo demuestran el aumento de las titulaciones y el auge de las flotas de alquiler, pero los nuevos barcos que se compran son mayoritariamente embarcaciones solo a motor, y últimamente con una ligera tendencia a ser más grandes que la media de la flota, que es de menos de ocho metros.
La sensación de que cada vez hay más barcos en el mar fue corroborada este verano por los Agentes Rurales de la Generalitat, que alertaron en julio de la masificación marítima de algunas zonas protegidas. Pero, a ciencia cierta, de momento no se puede saber el número exacto: aunque en el sector se calcula que la flota total de embarcaciones de recreo en España es de 170.000 barcos, la cifra no está actualizada ni existe un registro oficial de cuántos hay realmente operativos, una información que tampoco está desglosada por comunidades autónomas. Lo que sí se sabe periódicamente es cuántas embarcaciones se compran nuevas, por las matriculaciones.
Este año, hasta el mes de agosto, en el conjunto de España se matricularon 4.302 embarcaciones, de las cuales 808 lo hicieron en las provincias de Barcelona, Tarragona y Girona (el 18% del total, un porcentaje similar al del peso de Cataluña en España en términos de población y PIB). En el conjunto del año 2023, las matriculaciones en España fueron 5.976, de las cuales 1.122 fueron en Cataluña. La mayoría de los matriculados en España (5.329) fueron barcos de hasta 8 metros de eslora, y del total, solo 345 fueron barcos de vela. Si antes era mitad vela mitad motor, ahora esta proporción se ha roto en favor del motor, también a causa de la consolidación en el mercado de las motos de agua o las lanchas neumáticas y semirrígidas.
Previsiones a la baja
De seguir la progresión actual (entre enero y agosto la caída interanual de las matriculaciones ha sido del 17%), es muy posible que al finalizar este año no se logre superar la cifra del año pasado, y esto explicaría cuál es la tendencia: el mercado experimentó un importante crecimiento en 2020 y 2021, con la salida de la pandemia (en 2021 se matricularon más de 7.000 barcos en toda España) y ahora se está normalizando la demanda.
También por eso se explica que en lo que llevamos de año el único segmento que ha crecido es el de los barcos más grandes, de más de 16 metros de eslora: la embarcación que se suele comprar más en España, la de menos de 8 metros, ya experimentó un gran crecimiento después de la covid, y ahora quien compra es quien tiene más dinero y quiere una embarcación más grande.
“El gran bum fue antes de la crisis financiera, y luego cayeron de golpe las compras. Se fueron recuperando ya antes de la covid, pero con la pandemia se produjo un efecto llamada, porque la gente tenía ganas de estar al aire libre y los barcos proporcionaban la oportunidad de hacerlo preservando la restricción de estar con la unidad familiar”, explica Jordi Carrasco, director general de la Asociación Nacional de Empresas Náuticas (ANEN), que cree que mucha gente que nunca se había acercado al mar desde este ámbito, empezó a hacerlo entonces. Una vez pasó este interés generalizado, quien compra ahora es el cliente de lujo, y por esto ahora está bajando la compraventa de barcos pequeños y sube la de barcos medianos, grandes y superyates.
El sector en su conjunto, que cuenta con unas 3.700 empresas, facturó 3.000 millones de euros en 2017, según el último informe disponible de la patronal. Rodolf Guasch, director general de la empresa de distribución de embarcaciones Hermanos Guasch, explica que la cifra de ventas se disparó hasta un 30% tras la pandemia. “Hubo una demanda muy alta, con listas de espera elevadas. Ahora se está volviendo a la normalidad en la demanda”, apunta. Guasch recuerda que aproximadamente el 80% de los barcos que hay en España son pequeños, la típica embarcación con el motor fueraborda, y que los precios en este segmento pueden ser desde los pocos miles de euros en el mercado de segunda mano, hasta los 40.000.
A la vez, es el producto que tiene más rotación, mientras que los barcos de vela son más grandes y se cambian menos a menudo porque los propietarios los tienen como una segunda residencia (con precios de más de 200.000 euros y hasta varios millones de euros). “Es cierto que ahora lo que se está vendiendo más es la eslora grande, porque el cliente rico es que se mueve, mientras que los demás se movieron en los años anteriores y anticiparon compras”, explica. Además, este verano se están cerrando compras de calado, algo que Carrasco identifica con el buen momento para comprar por los tipos de interés, y con el efecto llamada de la Copa del América.
Más usuarios, menos embarcaciones
Con los puertos llenos, prácticamente sin amarres disponibles, y con las cifras cada vez mayores de gente que se saca algún título náutico —Cataluña ha liderado en los últimos tres años los títulos náuticos y licencias de navegación del Estado, con 14.749 títulos en 2023— parecería que el mar está hasta los topes, pero Carrasco afirma que no hay más barcos que otros años: “Quizá la sociedad es más sensible ahora a la protección de las costas. Es muy importante que el entorno se cuide porque sino dejaremos de ser atractivos como destino”. Lo que sí que cree es que la gente ahora “lo ve como algo más accesible”.
“Aquí siempre ha faltado la cultura del mar, un cierto arraigo cultural que hiciese del mar algo más que un sitio donde trabajar. Muchas veces la navegación se vinculaba a la aristocracia, pero ahora la percepción está cambiando, porque hay muchos más tipos de embarcaciones, como los kayaks o el paddle surf, y porque hay mucha oferta de alquiler”, explica Carrasco. Hay más usuarios que nunca, pero más o menos los mismos barcos, con lo que la clave está en el alquiler, también conocido como charter.
Jules Lalonde, director de ventas de la plataforma de comparación donde las empresas de barcos de alquiler ofertan sus productos, explica que en España, donde más se alquila es en las Islas Baleares, y justo después Cataluña, donde tienen registrados 776 barcos para el alquiler. “Cada vez es más habitual, y lo que más se alquila son los barcos pequeños y de motor, que se suelen alquilar sin patrón”, dice. El gasto medio es de unos 300 euros para un día, o de unos 4.500 euros para una semana de vacaciones en velero o catamarán.
Fuente:elpais.com
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