La Asociación de Periodistas de Galicia (APG) celebra este lunes, Día de la Libertad de Prensa, el acto de entrega de su Premio José Luis Alvite. En esta edición galardona al periodista Javier Sánchez de Dios por ser «un comunicador nato con una larga y fecunda trayectoria en la prensa escrita, con incursiones en la radio», un bagaje profesional de 50 años.

¿Qué representa para usted recibir el Premio Alvite en el acto que se desarrollará en el Café Moderno a partir de las 19.30 horas?
Un premio de periodista que lleva el nombre de un colega y amigo como era José Luis Alvite –un genio de la pluma– honra por sí mismo. En mis 50 años de ejercicio profesional he tenido la suerte de ser premiado alguna vez (es poseedor de tres Premios Galicia de Comunicación); ahora bien, no se trata de hacer comparaciones sino de recordar orígenes y claro, un premio concedido por los compañeros de profesión, en una profesión en la que el fuego amigo causa más bajas que el fuego enemigo, es un gustazo. Estoy muy honrado y satisfecho.

Además este galardón coincide con sus bodas de oro en la profesión
Es pura coincidencia. Creí que al paso que iban que me lo darían a título póstumo (lo dice en broma). Si alguien cree que el premio es un especie de prólogo a la jubilación, como suelen ser los que le dan a las gentes de mi edad, están equivocados por completo.

¿Cómo ha cambiado el periodismo que conoció en sus primeros años de profesión al actual?
Ha variado en todo, pero a peor. Antes los periodistas era gente curiosa, como también lo son ahora los buenos periodistas. Una de las condiciones elementales para ser buen periodista es tener curiosidad por saber cosas, certificarlas en el sentido periodístico y contarlas.

¿Cuándo empezó en este oficio?
Hace 50 años, como colaborador en el Faro de Vigo escribiendo la crónica internacional, que hasta entonces no la había. Existía una camaradería estrecha porque este es un ofi cio que o trabajas en equipo o no puedes hacerlo a gusto, entre otras cosas porque pasas más horas en el periódico que en tu casa. El periodismo es un ‘era’ y ‘debería seguir siendo’ una familia, y tengo la sensación de que está dejando de serlo.

¿A qué se refiere?
A que hoy los periodistas formamos parte de una guerra generalizada, y lo peor es que nos hacen tomar bando cuando nosotros no deberíamos ser eso sino corresponsales de esa guerra, una guerra en la que no hay víctimas mortales físicas, pero no hay pocas víctimas profesionales y políticas.

¿Cómo era cuando comenzó su profesión?
Cuando comencé a trabajar de periodista en mayo de 1972 había linotipias, máquinas de escribir que funcionaba con plomo fundido. Había mil erratas, y para corregirlas los redactores teníamos dos sistemas de corrección: el normal y el del estilo. De este último se encargaban casi por completo curas exclaustrados que nos notificaban los errores de sintaxis, lo que provocaba cabreos notables entre la gente que escribía y la que corregía el estilo. En todo caso, había un gran ambiente.

¿Cuál ha sido el mejor momento de su dilatada vida profesional?
La mejor época de mi vida de periodista fue cuando dejé el cargo de director de Comunicación de la Xunta para incorporarme al periódico Xornal Diario en su lanzamiento. Nunca he disfrutado tanto de unos compañeros y nunca me he sentido más periodista. Somos como los antiguos templarios: nos persiguen pero nos reunimos de vez en cuando a comer.

¿Alguna reflexión con motivo del Día de la Libertad de Prensa?
La libertad de prensa no es exclusiva ni universal sino que es una libertad para todos, periodistas o no, y fundamental para la democracia pero siempre que se ejerza con una condición básica: el respeto que tiene cada uno a las opiniones de los demás. En eso los periodistas nos estamos equivocando porque estamos participando -probablemente no nos quede más remedio- y entrando en un campo que no nos compete: el empresarial. Vamos camino de convertirnos en una especie de ‘plenipotenciarios del empresario’, lo cual me parece bien en el sentido mercantil pero en el sentido profesional porque considero que es peligroso.

¿Qué opina del Diario de Pontevedra?
El Diario de Pontevedra es para esta ciudad lo que el Faro para Vigo: una seña de identidad que acompaña todos los días al desayuno. No concibo un desayuno sin un periódico de papel, al que deseo que tenga vida para muchos años. Las nuevas tecnologías y, sobre todo, la inteligencia artificial, son de comodidad indiscutible pero hay un problema: la inteligencia artificial nos resta tiempo para pensar porque nos lo da casi todo hecho.

¿Qué reto considera que deberán afrontar los periodistas de la prensa escrita?
El periodista del futuro de papel escrito tiene que entender que ha de competir en la narración de los hechos con otros que tienen ventaja: radio y televisión y, sobre todo, redes sociales. Si no somos conscientes de eso y cambiamos nuestra desventaja por lo que ellos no tienen todavía –que es la interpretación, el análisis y la opinión–, entonces seguiremos teniendo desventaja. Además, se está añadiendo un nuevo desafío a los retos que tenemos que afrontar: el del vertedero de las redes sociales que son, teóricamente, un camino hacia la libertad de opinión y expresión, pero no es verdad. En realidad estamos asistiendo a un cambio dramático de lo que deben ser opiniones por lo que no deben ser pasiones y hoy las redes sociales son un cauce de pasiones más que de opiniones; y las pasiones son malas consejeras.

¿En qué ha cambiado la política gallega de antes a la de ahora?
Si comparamos el Parlamento de hoy con el primero de Galicia, el de 1981, es como comparar la noche y el día, pero eso también pasa con el Gobierno de España y el Congreso. Antes había ilusión, y la gente iba a servir. Hoy hemos convertido el Parlamento en un lugar donde los mediocres obtienen un buen sueldo para vivir todo el tiempo que puedan mientras le hagan la pelota a su jefe.

Javier Sánchez de Dios.
Gracias por todo.


 Fuente:diariodepontevedra.es