El neozelandés se defiende tras conocer que la fiscalía le investiga por homicidio imprudente

El Bayesian no es el Costa Concordia y su capitán se niega a ser comparado con el que provocó el naufragio del crucero en las inmediaciones de la pequeña isla de Giglio. Sus allegados hablan de un James Cutfield postrado que repite como un estribillo que no abandonó a nadie e hizo todo lo posible por salvar a todos, tripulación y pasajeros. Que en un momento dado el agua lo había invadido todo y se había vuelto prohibitivo entrar en el velero que se hundía. Aparte de los delitos que le imputan los fiscales -homicidio múltiple y naufragio negligente- ésta es la recriminación que más atormenta al capitán, originario de North Shore, Auckland, los días más negros de su vida.

Nacido en la patria de la vela y las grandes regatas, en esa Nueva Zelanda que ha acogido tres veces la Copa América, marinero entre los marineros, Cutfield, de 50 años, eligió finalmente el Mediterráneo para trabajar y vivir.

Tras largos años como patrón, en 2016 dio el salto al mundo de la náutica de yates, de los barcos de cinco estrellas. Empezó a trabajar para grandes brokers internacionales de embarcaciones que gestionan cruceros de lujo. Primero con un armador turco, después con el magnate Mike Lynch, que le confió el timón del Bayesian, una joya del mar de 56 metros de eslora y 75 de mástil.

«Un desafío estructural», define Stephen Edwards, el capitán que le precedió en el velero que antaño se llamó «Cheers«. Ahora, Edwards afirma que «con una inclinación de 45 grados y los respiraderos de la sala de máquinas abiertos, el barco podría haber tenido serios problemas».

Sea como fuere, el barco era la casa flotante de James. La de ladrillo está en Mallorca, el refugio donde siempre le espera Cristina, su mujer, desde que pasaran por el altar el año pasado. Estos días malos, Cristina está en Italia con él, a la espera de resolver cómo y cuándo volver a Baleares.

Aunque Cutfield no tiene ninguna obligación de permanecer en tierras italianas porque la fiscalía no ha pedido medidas cautelares. El primero en sorprenderse de que alguien las pida es su hermano Mark: «Estamos incrédulos. James es un navegante muy experimentado, un regatista de élite, muy respetado por sus colegas, empezó a competir muy pronto’. Y a surcar los mares de medio mundo».

Justo antes del naufragio hubo alguien que lo vio en las Islas Eolias. Se trata de Emilio, quien se encontraba con su familia en el archipiélago a bordo de un yate de 40 metros. «Éramos vecinos de amarre, dimos vueltas juntos durante tres días por otras bahías«, relata. Al cuarto día, preocupado por el mal tiempo, Emilio eligió el puerto y se separaron. «Pero no se preveía ningún vendaval», suspiró Cutfiled inmediatamente después de la tragedia.

«De hecho, no había ese tipo de alerta», confirmó posteriormente Raffaele Macauda, comandante de la Guardia Costera de Palermo. «El velero podría haber permanecido anclado en esa zona. Sólo había habido una alerta amarilla de Protección Civil por posibles tormentas«, dijo.

Cutfield dirá que la culpa, más que del error humano, es de la excepcionalidad del fenómeno meteorológico, con vientos muy fuertes que soplaban en todas direcciones. En este sentido, existe un grupo de WhatsApp en el que cientos de mandos comparan a diario notas sobre las condiciones meteorológicas.

«Más allá de los boletines, los que hacemos este trabajo conocemos los riesgos cuando llega un frente frío sobre un mar tan cálido. Llevábamos días escribiendo que tuviéramos cuidado porque podía desencadenar fenómenos violentos y repentinos. El frente había pasado por Formentera, la catástrofe, luego Cerdeña…», explica Dudi Coletti, comandante de un cien pies que escapó al temporal. «Dicho esto, en Porticello ocurrió algo imprevisible», añade.

Marco Schiavuta, antiguo navegante del Moro di Venezia y ahora empresario náutico, también forma parte del grupo de WhatsApp y pide prudencia: «Si se prevé una tormenta, se toman todas las precauciones, pero si no se prevé, es difícil decir qué es lo correcto».

Cutfield optó por permanecer en las aguas de Porticello. Entonces llegaron los relámpagos y ese viento monstruoso. El velero se inclinó, el agua se precipitó dentro y el Bayesian se hundió con siete personas dentro. Y ahora se desespera.

Fuente:elmundo.es