Se cumplen 65 años del accidente sufrido por el V. Puchol cuando navegaba entre Tenerife y La Gomera: su quilla impactó contra las rocas en una zona próxima a Las Galletas

El barco V. Puchol, de 1.551 toneladas, 86 metros de eslora y 11,2 de manga, había zarpado de Santa Cruz de Tenerife en la medianoche del 24 de agosto de 1960, con 58 pasajeros a bordo, rumbo a San Sebastián de La Gomera, primera parada de un viaje que incluía Valverde de El Hierro. Pasadas las 4 de la madrugada, cuando navegaba próximo a Las Galletas al mando del capitán Benito Felipe Gómez, embarrancó en una baja rocosa de la costa aronera conocida por El Calao, lo que generó la lógica alarma entre el pasaje, que a esa hora dormía.
Los periódicos locales de la época informaron que las primeras noticias del accidente las transmitió un buque inglés que navegaba por la zona, debido a los problemas técnicos en los equipos de telegrafía del V. Puchol, de la compañía Trasmediterránea. C. González, en el portal digital Escobén, apuntó como una de las posibles causas del siniestro la fuerte calima que limitaba aquella noche la visibilidad.
Aunque en un primer momento se indicó que el accidente había causado una vía de agua que anegó una de las bodegas, los daños fueron inferiores a los que se temían en un principio. Así se recoge en el libro Paisaje en las bandas del Sur (Tenerife 1890-1960), de Marcos Brito, en el que se señala que las tareas del desembarco de los pasajeros, por medio de cuerdas, se vieron favorecidas por las buenas condiciones del mar.
Tras ser acogidos en Las Galletas, los viajeros fueron trasladados hasta Santa Cruz de Tenerife, donde pudieron realizar el viaje a bordo del vapor León y Castillo. En el libro, se recoge el testimonio de Rosario Domínguez Rodríguez, vecina de Las Galletas, que advirtió a su padre de unos “taponazos” de madrugada: “Puede ser un barco que le pasó algo”, lo que corroboró al contemplar las bengalas de socorro.
Según la publicación, el petrolero Teide, de la Armada española, que procedía de Guinea y desvió su rumbo, fue el primero que le prestó auxilio por radio. Al lugar del accidente se desplazó el remolcador Guanche, que sostuvo el buque para que la marea no lo empujase contra la rompiente, hasta la llegada del vapor Viera y Clavijo, con personal técnico de la Comandancia Militar de Marina y un grupo de buzos a bordo para intentar ponerlo a flote. Tras analizar la situación, se optó por pedir dos remolcadores más, el Fortunate y el buque auxiliar de la Armada RA-1, este último procedente del puerto de La Luz, en Las Palmas de Gran Canaria.
Con capacidad para 296 pasajeros y más de 60 años de navegación (entró en servicio en 1896 tras ser construido en los astilleros de Génova), el V. Puchol logró ser liberado 35 horas después. Dado que la quilla se encontraba fuertemente incrustada en el lecho rocoso, se empleó dinamita para volar las rocas.
El capitán, los oficiales y el resto de la tripulación permanecieron a bordo en todo momento, apunta Rafael Zurita Molina en su libro El sur de Tenerife: cronografía de un paisaje, que sitúa el accidente en las proximidades de Montaña Amarilla. Una vez a flote, el barco fue remolcado hasta la bahía de Los Cristianos para una inspección, antes de su traslado al puerto de La Luz para su reparación.
En su larga vida, el V. Puchol (o Vicente Puchol) protagonizó algunos episodios que tuvieron reflejo en los periódicos de la época. El 11 de octubre de 1926 en plena navegación entre Málaga y Melilla fue abordado por el vapor francés Pallás. Ambas naves resultaron con daños de consideración, aunque pudieron continuar sus viajes. Unos meses después, el 2 de junio de 1927, el V. Puchol recibía a un ilustre pasajero, el rey Alfonso XIII, que embarcó en Valencia en su viaje a Sagunto.
Durante la guerra civil, fue incautado para convertirlo en crucero auxiliar. Se le recortó la chimenea para camuflarlo y se instalaron seis cañones y un carro de lanzamiento de minas en popa, según consta en la documentación de la compañía Trasmediterránea, que localizó la zona de operaciones del V. Puchol en el Mediterráneo, concretamente entre Gibraltar y el Cabo Matapán. Su papel fue “altamente eficaz, tanto en la persecución de unidades enemigas como en su misión de transporte”, se subraya en la información.
Una vez finalizada la contienda, se procedió a su desarme y la embarcación volvió a manos de sus propietarios. Su larga vida concluyó en enero de 1964, en el puerto de Valencia, donde fue desguazado.
Fuente:elespanol.com
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